"Mini skirts & diamonds" •DKi // Yoonmin•

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Kitty Gang ordenó a sus hombres que llevaran al señor D a su auto, para luego subir y, personalmente, llevarlo a su casa. La verdad es que conocía el lugar en el que se estaba hospedando su enemigo, qué clase de hombre sería si no lo supiera. El lugar estaba en la calle siguiente y era un departamento de lujo, casi tan exclusivo como el suyo.

—Ahora que llegamos al estacionamiento, te dejaré libre. Disfruta llegar desnudo a tu habitación. —Se carcajeó, mostrando lo meliflua que era su voz.

—Creo que el espectáculo que verán mis vecinos será fascinante —contestó Agust, con una gran sonrisa, la cual acentuaba sus pómulos y mostraba sus encías, tierno. Luego, sintió cómo su cuerpo era liberado de las cuerdas, pero, en vez de apartarse del pelirrosa y huir a la seguridad de su departamento, aprovechó y juntó sus labios. Volvió a saborear esa boca con sabor a cereza que tanto lo había mareado anteriormente; sin embargo, Kitty se apartó con una mueca en su rostro.

—Ya me aburrí de ti. Tus besos me saben a usado —bufó— ¡Lárgate de una vez! —gritó antes de apuntar su arma a la cabeza de su rival.

—¡Curiosamente, tú lograste intrigarme más, cariño! —gritó el rubio, mientras corría hacia él ascensor sin temor por su desnudez—. ¡Ojalá disfrutes masturbándote con mi ropa!

En serio, ya se estaba hartando. El momento caliente había acabado, así que Kitty no tenía intención alguna de volver a recordarlo. Por lo tanto, lanzó todas las pertenencias de Agust por la ventana y arrancó su Mercedes lo más rápido que pudo. No obstante, los besos de este hombre lo habían enganchado de una manera que no esperaba y que no podía explicar.

—¡Qué fastidioso! —se quejó, tratando de ignorar un sentimiento cálido que se instalaba en su pecho. Mientras tanto, el hombre con quien compartió esa noche tan solo se repetía que lo domaría, lo destronaría en el submundo y se encargaría de tenerlo a su lado, como su "reina", pues la vida solo era un juego de ajedrez.

—No te desharás tan rápido de mí, cariño —dijo Agust, antes de acabar de acomodar su traje—. Acabaré contigo.