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Nemmireth se sentó muy recta, desasiéndose del brazo de su esposo al tiempo que se arreglaba el vestido. Maglor frunció el ceño al notar el cambio en su actitud.


- Buenas noches – saludó el recién llegado, dejando el bolso detrás de la puerta antes de avanzar en dirección al comedor -. Por favor, dime que no le dejaron la cocina a Curufinwë.


Nemmireth no se atrevió a alzar las cejas con sorpresa ante la forma de pronunciar el nombre de su cuñado antes de recordar que su suegro no tuviera oportunidad de aprender cómo cambiaran los nombres de sus hijos.


- Maedhros y Fingon están cocinando -, informó Maglor con calma -. Curufin está en el taller.

- ¿Todavía? Y, ¿por qué Fingon está ayudando a tu hermano? Ni siquiera sabe peinarse solo.

- Tengo la certeza de que cocinar carne con patatas no es nada después de haber gobernado a los Noldor, enfrentado a un dragón, rescatar a su primo de Thangorodrim y peleado contra balrogs.

- ¿Vas a escribir una balada? – inquirió Fëanor, con tono agrio.


Maglor lo observó en silencio, sin moverse. Finalmente, Fëanor chasqueó la lengua y volvió a salir.


- ¿Por qué hiciste eso? – inquirió Nemmireth -. No me mires de ese modo, Maglor Fëanorion: lo provocaste. Le dijiste esas cosas a propósito.

- A veces hay que recordarle la verdad. Suele olvidarla fácilmente, ¿sabes?



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Fingolfin se detuvo con las manos en los bolsillos, contemplando al elfo sentado en el borde del muelle. Con un suspiro, echó a andar en su dirección y se detuvo a su lado.


- Vives del otro lado del lago, ¿recuerdas?

- Puedo ver mi casa desde aquí, así que... sí, lo recuerdo.

- Entonces, ¿por qué no dejas de venir a mi lado cada noche?

- Es... un intercambio -, se encogió de hombros Fëanor y arrojó otra piedra al lago. La roca dibujó círculos hasta llegar casi a la otra orilla -. Fingon pasa todo el tiempo de mi lado, así que yo vengo a ocupar su lugar.


Fingolfin hizo un mohín y se sentó junto a él, con las piernas cruzadas.


- A menos que consideres que mi hijo vale por varios miembros de tu casa, no veo cómo pueda considerarse un intercambio justo.

- ¿Disculpa?

- Ya tengo a Celebrimbor y a Celegorm viviendo en mi casa. Caranthir y Finrod se mudaron a la habitación de Turgon hasta la boda... y tengo el presentimiento de que cuando Finrod se case, me quedaré con tu hijo como inquilino.

- Bien. Ahora repítelo con más sentimiento -, propuso Fëanor, observándolo -. Como si realmente te preocupara.

- No tengo tu habilidad histriónica: lo creas o no, yo no ensayaba frente al espejo cómo hacer sentir culpable a padre.

Las dos orillas del lago (Námo tiene planes... y Vairë, tapices 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora