Nemmireth pegó un respingo y giró en el lugar al tiempo que se apoyaba en la mesa de la cocina. Instintivamente, empuñó el cuchillo con el que cortaba las cebollas cual si se tratara de un puñal y afianzó los pies descalzos en el suelo frío, preparándose para la defensa.
De inmediato, el rubor tiñó sus mejillas al percatarse de lo que acababa de hacer – en especial porque el recién llegado la observaba con una ceja alzada y la cabeza ligeramente ladeada. Despacio, bajó el cuchillo y soltó el aire. Al percibir que el otro seguía estudiándola con interés, la joven elfa hizo un mohín.
- Lo siento -, moduló de forma apenas audible.
- Buen agarre -, elogió Fëanor, todavía en el umbral -. Si recibiste a mi hijo de ese modo la primera vez que entró en tu alcoba... ya sé por qué está enamorado de ti.
Nemmireth enrojeció más vivamente, preguntándose si su suegro era vidente.
- Es difícil perder algunos hábitos -, intentó explicarse.
- Lo sé -, asintió él -. Entonces, ¿has visto a mi nieto? ¿Tyelpe... eh... Celebrimbor?
- Al otro lado del lago supongo -, propuso ella, pestañeando sorprendida. – No lo he visto en varios días.
- Por supuesto -, suspiró -. Debí buscarle allí primero. Es solo que... - La contempló con fijeza hasta que Nemmireth se balanceó de un pie al otro, incómoda -. ¿Te importaría ir allí por mí? No... bueno, preferiría no ir por estos días.
- ¿Tú y Fingolfin discutieron de nuevo?
- ¿Disculpa?
La chica casi se mordió la lengua mientras maldecía en su mente en todas las formas posibles en sindarin.
- Lo siento, de verdad -, dijo apresuradamente -. Es que una escucha cosas y Maglor... él dice que es mucho mejor cuando... o sea, que la vida es más apacible ahora que... Ya la otra vez estuvieron comentando que ustedes dos habían peleado porque tú... y él... que conste que no es de mi incumbencia si... Lo siento - suspiró por fin, hundiendo los hombros.
- Y justo ahora me estoy preguntando si esos hoyuelos valen la pena para que mi hijo te escuche balbucear de ese modo - resopló Fëanor.
- No sé si sentirme ofendida o halagada - frunció la boca ella, reaccionando.
- Oféndete: no fui yo quien notó los hoyuelos. En cualquier caso, la razón por la que no quiero ir a casa de Nolvo es, precisamente, porque él no está. Y es la única persona que se alegra de verme, sin importar la hora.
- Entiendo.
- Entonces, ¿irás?
- Por supuesto; pero, ¿puede esperar a que termine esto? Le prometí a Fingon que tendría el guiso listo para cuando llegara.
- Por lo que veo, Fingon sigue siendo nuestro cocinero -, frunció el ceño Fëanor. - ¿Sabes qué? Ve a buscarme a mi nieto y yo me hago cargo del guiso. No seré tan bueno como mi hermano en esto; pero enseñé a cocinar a Maedhros. Y salió bastante bien.
Nemmireth se mordió el labio inferior, considerando si decirle a su suegro que podían decirse muchos elogios de Maedhros el Alto; pero que era un buen cocinero... no era uno de ellos. Sin embargo, al ver que Fëanor se dirigía a la mesa para continuar con la cocina donde ella se interrumpiera, la chica cambió de opinión y dejó el cuchillo antes de secarse las manos en un paño.
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Las dos orillas del lago (Námo tiene planes... y Vairë, tapices 1)
FanfictionDespués de la reencarnación, las familias de Fëanor y Fingolfin se encuentran viviendo una vez más separadas por un lago. Miles de años en Mandos han servido para que Fëanor y Fingolfin recuperen la relación que una vez tuvieron; pero en esta nueva...