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- ¿No te intriga saber qué hacen exactamente en esas fiestas?



Maedhros encontró la mirada de Fingon en el espejo y negó con una sacudida de cabeza.



- Sé exactamente lo que hacen -, se giró en el taburete para mirarlo de frente -. Y tú también.


- No tuvimos una de esas -, le recordó Fingon, arrugando la nariz.



Una cálida sensación llenó el pecho del Fëanorion: sentado en medio del lecho con los pies flexionados delante de él uniendo las plantas y con esa expresión disgustada, Fingon le recordaba al chiquillo que se colaba en su habitación miles de años atrás, burlando la vigilancia de los padres de ambos. Maedhros sabía que había comenzado a enamorarse de su primo el mismo día en que se arrojó sobre él desde las ramas de un manzano y el entonces adulto 'Tercer Finwë' se encontró con un desastre de ropas sucias, rizos revueltos y enormes ojos azules en sus brazos.



- No veo cómo habría sido posible -, dijo con el tono de un adulto aleccionando a un niño -. Tu familia y mi familia es la misma: habríamos terminado en la misma fiesta y ese no es el objetivo.


- Tú habrías podido irte con tus hermanos y yo con nuestros primos. Además, Gil estaría a mano, así como los gemelos de Elrond. Y Ecthelion y Glorfindel clasifican como familia a estas alturas.


- ¿En serio? – frunció las cejas oscuras Maedhros, dirigiéndose al lecho -. ¿Por qué me tocaría la más aburrida de las dos fiestas? En el momento de nuestra boda, Maglor aún estaba medio ido de la olla, Celegorm apenas hacía otra cosa que sentarse a los pies de tu hermana y comportarse como Húan, Curufin siempre ha sido el peor en las fiestas y los gemelos no se separaban más de medio metro uno del otro. No, gracias, no quiero una fiesta como esa en mi memoria.


- Olvidaste a Caranthir: es genial después de dos botellas de vino. Se vuelve conversador, es buen bailarín y tiene un sentido increíble de la aventura. Además, canta increíblemente bien. La gente ignora que Caranthir es el mejor de tus hermanos.


- Y el único que se considera total e irreversiblemente casado. Y viudo -, le recordó al tiempo que extendía una mano para acomodar un rizo de azabache detrás de la oreja adornada por un aro de oro y rubí de Fingon: en la oreja izquierda de Maedhros aparecía la pareja del pendiente, con un zafiro engastado.


- Ah sí. No soltero. Lástima. – Fingon bajó la vista a sus manos en torno a sus propios pies y torció la boca, sacando ligeramente la lengua entre los dientes. – ¿No crees que deberíamos de hacer algo por él? Acompañarlo de vez en cuando, quiero decir. Está solo. Entre todos nosotros, es el único que está solo.


- No, no lo está. Tiene su empleo, tiene a los niños... y Lalwen es una buena compañía para él.


- La hembra más promiscua y el macho más casto de la historia élfica: qué buena combinación, Russo.

Las dos orillas del lago (Námo tiene planes... y Vairë, tapices 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora