Je t'aime |Lee Jeno

trente-six

Je t'aime

Sonrió observándose al espejo nuevamente mientras se colocaba la pequeña perla en la oreja derecha y cuando por fin terminó se miró de cuerpo completo, llevaba una falda cuadrille gris junto a una polera negra y debajo de la primera prenda una calza negra semitransparente para evadir el frío, por supuesto también unas botas grises para la nieve, se había dejado suelto su cabello aún pelimiel y maquillado suavemente.

Quería lucir bien para Lee Jeno y no tenía miedo de admitirlo.

Habían quedado de verse ese mismo día con el pelinegro ya que luego de días de pensarlo Sierim le envió un mensaje pidiéndole hablar y el acepto proponiendo su propia casa —la cual no había visitado en años— como punto de encuentro y acordando una hora.

—Deséame buena suerte JugJug —le dedicó una sonrisa a su obeso gato y junto a su hermano, quien sería su chofer ese día, se dirigieron a donde Jeno.

Una música calmada se reproducía desde la radio de la camioneta mientras el locutor repetía una y otra vez que todos tengan cuidado con el frío y las enfermedades que este conllevaba.

—Recuerda no llorar, no quiero que destruyas ese precioso maquillaje—fue lo que Jaemin dijo como despedida tratando de disfrazar la preocupación de que su pequeña pueda sufrir de nuevo con una burla y sin dejarla responder puso en marcha el automóvil blanco de sus padres.

Cuando la pequeña giró a observar la casa del chico que revolucionaba su corazón sonrió al encontrarla tal y como la recordaba, incluso los jazmines que ella junto a los restantes cuatro chicos habían plantado en el patio delantero a los diez años seguían ahí.

Caminó mirando maravillada cada pequeño detalle que su mente recordaba a la perfección y que perduraba allí a pesar de los años.

Y al levantar su mano para tocar la puerta una voz llamándola por su nombre la detuvo, Jeno estaba allí recargado sobre uno de los laterales de la casa, el cual tenía un camino hacia el patio trasero, y le indicó con una mano que se acercara.

Así lo hizo y cuando estuvo frente a él logró apreciarlo mejor, estaba vestido con jeans junto a una sudadera negra y su pelo negro también contrastando con su piel nívea lo hacía rozar la perfección.

El solo le sonrió mirándola fijo a los ojos

—Hey.

—Hey.

Fueron dos simples saludos con la cabeza pero ambo soltaron leves risas mirándose mutuamente.

En menos de dos segundos de haber terminado de reír el pelinegro ya había entrelazando sus manos e iniciado a caminar, Sierim frunció su ceño no entendiendo la situación pero se dejó estar. Cuando Jeno se detuvo ya estaban en su patio al lado de los cuatros columpios en los cuales tantas veces habían jugado en su infancia, el lugar era decorado por luces enredadas por todo el árbol que sostenía los cuatros objetos y mientras ella estaba parada allí el tomó asiento en uno de los columpios.

Sierim sin desechar la sonrisa de su rostro se sentó en el columpio al lado del de Jeno, giró a este enfrentándolo y haciendo sus pies de anclas, el pelinegro la imitó, de un momento a otro la seriedad los invadió. Ambos parecían tener estrellas en sus ojos que querían  fundirse en las otras para formar un universo, sus corazones bombeaban desenfrenados en un mismo compás entrelazándose a lo largo de los segundos y el frío no podía atravesar la pared de calidez que les llenaba todo el cuerpo de tenerse uno frente al otro, fue en ese momento en que el viento sopló en el rostro de Jeno haciendo que su pelo se desordenase que decidió por fin hablar, contestándole a su confesión.

—Jeno tu también me vuelves completamente loca.Con tus acciones y cuidados haces latir mi corazón como en una carrera, aveces incluso me da miedo aquello porque siento que algún día podría morir de alguna clase de ataque al corazón de tan solo verte ya que cada día que pasas más lindo te vuelves.Y aunque me niegue a admitirlo cada vez que me decías algo en francés caía más y más por ti, me ponías  tan nerviosa con solo una palabra en ese idioma que respondía cualquier bobada que se me venía a la cabeza.

<<Y es que con solo estar parado mirándome ya haces que cambie mi comportamiento, desde siempre ha sido así. Cuando era pequeña me sentía más vulnerable con tu sola presencia. Me gustabas aunque lo disfrazara con que eras mi mejor amigo, pero el que me quedara admirándote durante un tiempo, el que amara que me abrazaras o besaras mis mejillas  no era cosa de simples amigos, lo descubrí  cuando tuve mi primer beso contigo en el instituto, pero me aterré tanto que te aleje>>

Le sonrió al igual que el a ella y le extendió la mano para que las entrelazaran, cuando esto pasó se armó de valor para seguir.

— Tardé algunos días en darte mi respuesta porque estaba confundida pero una persona me hizo darme cuenta de lo que debía hacer.

Se paró del columpio y el la siguió, se posicionó a un lado de estos bajo la luces enredadas en el árbol y como si Jeno fuera este último y ella las luces enredo sus manos en su cuello, mirándolo fijo a los ojos, ambos tenían sus mejillas sonrojadas y se miraban como si lo que tuviesen frente observando fuera lo más hermoso que tenían, y es que para ellos aquello era así.

—Je t'aime Lee Jeno.

Una sorpresa se instaló en el rostro del pelinegro pero tan pronto como llegó se fue siendo remplazada con una sonrisa en grande.

—Je t'aime.

Fue la respuesta para después proceder a entrelazar sus labios en un dulce beso, lento pero apasionado.Se estaban encargando de transmitir todo lo que las palabras tal vez no podrían mientras se apretujaban fuerte cuerpo con cuerpo pasándose calor y temiendo que el otro desapareciera.

—¿Aprendiste como decir te amo en francés solo para mi?

—Cállate y bésame medias lunas.

Ambos rieron y continuaron besándose  hasta que luego de darse cuenta de las temperaturas en bajada Jeno la guió hasta la casita del árbol —donde también jugaban antes— donde todo era más cálido.

Pasaron la noche enredados entre las mantas allí dentro brindándose calor,besos y anécdotas.