Un sueño a través de letras

Esa parte de ti en mí.

Si me pongo a buscar un problema no logro conseguirlo, aunque quiera. Al menos uno válido -entregarlo todo no puedo ser uno-. Porque es que todo fluyó desde el primer encuentro y no tiene la culpa de tener la esencia más pura y magnética de este planeta, tal vez de la galaxia. No hay culpables o responsables para lo que pasó, para esa unión ancestral que trascendió e hizo ebullición en otra galaxia, en forma de fuegos artificiales cuando nos encontrábamos en algún sitio dentro de nuestra propia burbuja personal. El problema -no tangible- fue tu miedo aquel que en principio te paralizó y neurotizó para después impulsarte hacerla tuya de todas las maneras que quisiste y como te dio la gana; entonces llegó la culpa al hacerle daño y cuando deseabas seguir teniéndola a tú lado sabías que no era lo correcto porque no podías darle lo que quería y se merecía, no sabías que hacer con todo lo que representaba y te ofrecía, no cuando habías decidido compartir tu vida con alguien a la cual estabas traicionando cuando juraste que nunca lo harías. Decidiste alejarte, volviste un par de veces como si fuera necesario -porque así se sintió-pero entre un conflicto y una mente en caos quedó desterrada de tu vida. Y sin embargo ella seguía ahí, como un buen soldado herido de pie negándose a caer, hasta que se hartó y con lágrimas en los ojos –pero con la frente en alto- partió. Me encuentro resguardada en un rincón de su cuerpo sin saber qué puedo hacer, he tratado –en vano- de aliviar su dolor y hacerle ver una verdad –que ya sabe- de manera diferente y me encuentro frustrada, no sé cómo vas hacer para enmendar lo que has hecho –o sí vas a querer hacer algo al respecto- porque la mayor verdad es que no te lo va a perdonar –creo que yo tampoco-. Y la muralla ahora es tan inmensa que ni el amanecer logro ver.