Saga White. Perdóname.

Capítulo 22.

Ya estoy de nuevo por aquí, como os dije en el anterior capi he tardado menos que la otra vez jejeje. Y además de capítulo nuevo, os traigo otra sorpresita!!!

Saga White ya tiene BOOKTRAILER!!! Lo he terminado hoy mismito, me puse anoche y este medio día ya estaba listo jejeje. Espero que os guste a tod@s!! Os lo dejo como extra. 

Y aquí os dejo el capítulo 22.

Becky Towers

Quién me iba a decir a mí, que me pegaría dos horas y media de viaje sentado junto al amigo de la chica que me trae de cabeza, y al cual no soporto ni quiero ver cerca de ella.

Acabábamos de salir de la estación de tren de Santa Justa, en Sevilla y parecía que ya llevaba una eternidad sentado en aquel incómodo sillón, a pesar de que viajábamos en preferente. Tal vez lo incómodo era la situación.

Mi cabeza no paraba de funcionar, imaginándome las infinitas posibilidades existentes de lo que le podría estar pasando a Ruth. Una estaba segura, de que estaría destrozada con la muerte de su padre y el reencuentro con su familia. Si eso lo añadimos a todo lo acaecido con anterioridad en el hotel, la persecución de los periodistas, los ataques de Mary…no sé cómo sigue teniendo fuerzas para continuar, a mí me ha sobrepasado toda esta situación. Aunque ella se lo niegue es una persona fuerte aunque tenga bajones de vez en cuando.   

Se me viene a la memoria el momento en que descubrí la cicatriz en su muñeca, en su rostro avergonzado y su mano intentado ocultar su marca. Sentí como se estremeció, cuando acaricié su muñeca haciéndole ver que nada de su pasado me importaba lo más mínimo, que lo único que me importaba era su presente y su futuro.

Aun no entiendo, cómo me he pude hacerla indispensable para mí en tan poco tiempo. Fue tan sólo un día y ya la quise tener toda la eternidad junto a mí.

Miré a mi compañero de viaje. Se había colocado los auriculares y su mirada se centraba en el paisaje, a través del cristal de la ventana.

¡Perfecto! Viajaré como si fuera solo. Mejor.

Miré el trasportín donde llevábamos a Lon. Éste se había hecho una bola dentro de la caja, quedándose dormido.

Eché la cabeza hacia detrás, reposándola en el asiento. Cerré los ojos e intenté dejar la mente en blanco, para poder descansar. Volvía a Madrid sin apenas haber pasado veinticuatro horas en Sevilla y un viaje de este tipo, cansa bastante si además le añadimos el cansancio psicológico que llevaba desde hacía ya unas semanas.

Vaya, que de gente ha venido a dar el último adiós al padre de Ruth. Parece ser que o era muy querido o hay demasiada gente hipócrita y sólo les interesa hacer ver que les importaba ese hombre.

¿Qué hago yo aquí? Está claro, apoyar a Ruth. Mi Ruth.

Comienzo a caminar entre los congregados a las puertas del tanatorio. Me hago hueco entre ellos, pidiendo en alguna ocasión disculpas para poder pasar.

¡Qué agobio!

Seguro que Ruth tiene que estar angustiada entre tantas personas, de las cuales no conocerá ni a una cuarta parte de ellas. Con lo que odia las muchedumbres.

Consigo llegar hasta donde se encuentran los familiares más allegados.

Y la veo, por fin, después de estas horrorosas semanas sin saber de ella, al fin la tengo ante mí.