CAPÍTULO 1 - ¿NORMAL? (1/2)

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Empieza a llover, las hojas de los árboles caen una por una por los vientos que acechaba en mi entorno, sentado a la orilla de una jardinera de un parque con la mirada hacia abajo junto con las piernas encogidas y en mis ojos sacaban gotas de lágrimas que de repente me recuerda aquellos momentos que la pasé con él, simplemente inolvidables; entre ellos, su cálida voz, esos ojos brillantes como las olas de la playa que fuimos una vez.

El sonido de la lluvia aumenta cada vez más llegando a tal grado en que las tormentas eléctricas le hacen un conjunto perfecto, pero desgraciadamente, para mí no ayuda. Llega él, todo empapado con el agua, y veo que corre a una velocidad para poder alcanzarme, me ve, se pone de rodillas y su cabello no para de caer gotas y gotas de agua que me llega hacia mí y por un momento pensé que no iba a llegar, sino que estaría en toda mi soledad junto con la lluvia. De ahí me dice:

- ¿Por qué corres? ¿Acaso crees que ganarás un premio solo por el hecho de huir de mí?

A lo cual, le respondo:

-No. ¿Sabes? Solo corrí por el simple hecho de que estabas besando a una persona a lo cual no era yo.

Las gotas de mis ojos caen cada vez más cuando estoy con él, aunque para evitar eso, trato de no ver su mirada que me pone pálido. Se da cuenta, su mano derecha va directamente hacia mis ojos, trata de secarme, pero ve que su esfuerzo es inútil, hace que me voy hacia él, siento su cálido pecho húmedo, me abraza y en ese momento, lloro más fuerte, trata de calmarme, me acaricia mi cabello. Por dentro, me digo, ¿Qué estoy haciendo? ¿Acaso esa es la vida que quiero llevar? Siento esa tensión y coraje. Todo por esa escena en la que mis ojos tratan de borrarlo, pero no se puede, por el hecho de que fue la gota que derramó el vaso.

Después de unos minutos, se calma todo y casualmente dejó de llover, pero se siente el frío que hasta mi cuerpo se congela, él me da su suéter, un suéter bien cálido de una de las mejores marcas del mundo, Atempa, esa marca a lo que todo el mundo tiene envidia de usarlo, pero lamentablemente no todos lo portan, ¿Por qué? Porque es esa marca exclusivamente para las personas de un alto poder económico, en pocas palabras, lo usan las personas ricas o acomodadas por los precios que oscilan más de diez mil dólares (US $10,000). Lo curioso de todo esto, que él pertenece a la familia de SanPin. La familia más rica en todo el mundo, que cada segundo ganan miles y miles de dólares a través de sus múltiples empresas. Literal, ellos conservan un gran monopolio de inversiones en más de 100 países. Y eso no es todo, además será el heredero oficial de Ernesto Corporation, la corporación más grande a nivel mundial, que, gracias a sus ganancias e inversiones, supera por mucho su promedio anual de riquezas en algunos países (México, Bolivia, Argentina, Sudáfrica, Egipto, Tailandia, Nueva Zelanda, Venezuela, Guatemala, Nepal, Kenia, Uruguay, entre otros).

Vamos caminando entre las calles del centro de Oaxaca, y nos paramos en la calle que da hacia la iglesia de Santo Domingo de Guzmán, lo veo, agarro sus manos, en que se siente que están heladas por la temperatura que llegó a tres grados (3° C), le pongo su suéter y me voy alejando lentamente para ya no verlo jamás y dar por perdido a esta relación que duramos un aproximado de cuatro años. En el trayecto de que me voy caminando, no me percato de lo que sucede detrás de mi espalda.

Él se pone de rodillas que da dirección hacia mí, se pone a llorar y junto con el suéter que tiene a las manos lo pone a su pecho y el ruido de su llanto es muy fuerte que hasta se puede escuchar a varias cuadras, pero de repente, se pone de pie y empieza a correr. Suelta el suéter en el trayecto, trata de alcanzarme, pero a unos metros de distancia, grita mi nombre, lo escucho, trato de ignorarlo, pero escuché esa palabra a la que no me puedo resistir, lo dice. En un instante, volteo y estaba él de nuevo. Nos miramos entre los dos, pero sin querer me puse en medio de una de las avenidas más transitadas de Oaxaca. Viene un carro a una velocidad más alta de lo que está permitido en el centro, el conductor del vehículo pita varias veces, que apenas lo escucho, en lugar de ver a él, miro al vehículo. En un rato, este se estampa hacia mí y salgo volando como si fuera un muñeco de peluche a varios metros de distancia, él lo observa y trata de alcanzarme para evitar que me accidentara, pero desafortunadamente sus esfuerzos fueron en vano. De todas maneras, ya estoy tirado en el suelo, en un charco de sangre y mi cuerpo lleno de heridas a lo cual entro en el estado inconsciente.

¿Él?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora