Llegamos a Althurn un pueblo pequeño a la orilla del lago Fhitren, una maravilla que no todos pueden disfrutar, una belleza que no se puede describir, me sentía en paz, alegre y no quería dejar el pueblo. Nos encontramos con una chica de nuestra edad llamada Anna, quien andaba con un chico llamado Esteban, muy buenas personas, nos enseñaron el pueblo y nos acercaron a "La Posada de Mantur", pequeña pero acogedora, lo suficientemente grande para Hernán y Yo.
La primera noche nos quedamos en el hostal, puesto que el alojamiento era caro y no podríamos pagarlo durante toda nuestra estadía, nos preparamos durante la mañana para poder salir a acampar, compramos solo lo necesario, nos quedamos en la orilla del lago, guardando todos los desechos en un lugar en altura para evitar que los animales pudiesen sacar y desparramar la basura por todos lados. Al anochecer, Hernán encendió la fogata mientras yo preparaba la cena, nos juntamos para ver la puesta de sol, la cual se podía ver al final del lago, cuando en ese momento Hernán me toma la mano, nos quedamos mirando a los ojos y... Fue un momento que recordaré para siempre.
A la mañana siguiente levantamos el campamento y nos dirigimos un poco más arriba en las montañas, se veían hermosas desde abajo, tenían la cima nevada, no estábamos preparado para la nieve así que solo nos adentramos un poco para poder explorar. Cada minuto que caminábamos el pueblo se hacía más pequeño, era algo indescriptible, no siempre se podía ver algo así, era algo distinto de lo que se podía ver desde el otro lado, de aquí parecía como si fuese un pueblo fantasma, pero su belleza seguía allí.
Llegamos a un río y caminamos junto a él durante un buen rato hasta llegar a una cascada, media más de treinta metros, seguida por un pequeño estanque antes de seguir por su cause cuesta abajo, se podía apreciar un claro en cual acampamos, sin pensarlo una vez montado el campamento nos arrojamos al agua, estaba fría como el hielo, no pudimos permanecer mucho tiempo nadando.
Luego de comer algo, nos sentamos frente a la fogata, mirando al río y escuchando la cascada de fondo, la luz de la luna se extendía sobre todo el lugar, dando lugar a una vista inigualable, la luna posada sobre la cascada, parecía como si estuviera llorando, el río iluminado de tal manera que daba la sensación que en vez de agua estuviera fluyendo plata.
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Aventuras
AléatoireDos chicos, una historia de amistad y amor, acompaña a Sebastián mientras relata su historia junto a su amigo Hernán y disfruta de la emocionante historia que los une al pasar los años.