Capítulo XI

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Shoto había esperado que el segundo día fuese, en esencia, igual que el primero. Por supuesto, era imposible que fueran totalmente idénticos. El primer cambio ya había sucedido nada más empezar la mañana en su propia cabeza. Habría dado cualquier cosa por regresar al mundo quimérico que su subconsciente había generado solo para su disfrute. Incluso sabiendo perfectamente que esto era imposible, no era capaz de librarse de la parte más corrompida de su imaginación. Temió enrojecer él solo. Tenía la impresión de que todo el mundo a su alrededor podía ver lo que estaba pensando como si fuese una enorme pantalla de cinematógrafo.

Una vez más, todo eran impresiones personales. Nadie en la UA se imaginaba siquiera lo que ocupaba la mente de Shoto Todoroki; y no eran pocos los que se lo preguntaban.

Tratando de actuar con normalidad – o toda la normalidad posible teniendo en cuenta su situación – Shoto atravesó la clase hasta su sitio en la esquina. Todavía estaba vacía, a excepción de Tenya Iida y otros puntuales estudiantes. Momo no estaba allí aún. No tardaría demasiado. Shoto no sabía si quería verla o habría preferido vendarse los ojos antes de que entrase al aula. No pudo decidir antes de que fuera demasiado tarde.

Un suave movimiento abrió la enorme puerta. Los pocos alumnos que ya se encontraban dentro de la clase ni siquiera se inmutaron. Únicamente Shoto tenía los ojos fijos en ella. El primer encuentro tras la noche no estaba resultando tan incómodo como Shoto había pensado que sería. Sí, podía seguir viendo aquel sublime prejuicio que había hecho de su cuerpo trémulo de porcelana, pero seguía teniendo la suficiente desfachatez de permitirse mirarla a la cara también. Era una sensación extraña. Shoto sentía que guardaba un delicioso secreto consigo mismo.

Para su sorpresa, Momo le dedicó una sonrisa dulcemente mortal y silenciosa. Era una muestra innegable de que le recordaba. Claro que le recordaba; se habían visto el día anterior. Shoto se torturó mentalmente por haber perdido la oportunidad de mostrar algún signo de simpatía. ¿Cómo podría hacerlo, de todas formas, después de haber mantenido la misma expresión durante diez años? ¿Sería todavía capaz de sonreírle a una compañera para desearle un buen día sin necesidad de palabras? ¿Era capaz de tal hazaña? Ahora ya no tenía sentido pensar en eso. Mañana lo intentaría de nuevo.

El aula estaba llena de repente. Shoto no acertó a decir cuándo había llegado toda esa gente. Debía de faltar poco para el inicio de las clases.

Shoto miró pensativamente al frente, sin observar en realidad nada. Hubiera sido muy descarado tener los ojos fijos en Momo, y probablemente hubiese resultado incómodo para ella. No quería eso bajo ninguna circunstancia. Sería mejor aguardar a un momento más tranquilo para reanudar su callada admiración.

Minoru Mineta pasó caminando a su lado. Sus grandes ojos le escrutaron de arriba abajo con sumo cuidado. Shoto se percató al momento. Bajó la vista hacia el minúsculo estudiante.

- Perdón, no pretendía molestar. – se excusó él al instante.

Shoto no se pudo creer que aquel extravagante aspirante a héroe tuviera miedo tan solo de sus ojos bicolores. Era surrealista. Minoru se alejó rápidamente. Era un tipo muy raro. A Shoto no le simpatizaba. Tenía la exasperante costumbre de pensar en voz alta. Esto no habría resultado un verdadero inconveniente – Shoto estaba acostumbrado a ignorar lo que otros decían – si no fuera porque sus pensamientos eran desagradables en extremo. Constaban esencialmente en explícitas descripciones de su excitación ante el cuerpo femenino. Aquel era su único tema. Resultaba extenuante tener que oírle.

Casualmente – y también desgraciadamente para el propio Minoru – el blanco predilecto de sus comentarios era Momo. No tendría sentido ir describiendo una por una a todas las chicas de aquella clase de primer curso, así que al lector tendrá que bastarle con saber que, de aquellas jóvenes, Momo Yaoyorozu destacaba por poseer la figura más madura. No solo tenía una estatura más alta que la media, si no que todas sus características físicas se habían librado del aspecto aniñado que en algunas de sus compañeras todavía conservaban. Esta era una de las razones por las cuales aquel insoportable cobarde disfrutaba contemplando a Momo. Para Shoto era absolutamente enfermizo ver cómo Minoru hablaba de ella como si tan solo fuese un objeto para saciar su repugnante lascivia.

Aquella mañana no era ninguna excepción, por supuesto. Tan pronto como Minoru se creyó fuera del campo de vista de Shoto, no dudó en proseguir con sus fantasías a viva voz. La impotencia que sentía el joven Todoroki era exasperante; no podía hacer nada respecto a ese tipo pese a que todas sus neuronas le incitaban a que le redujese a cenizas.

El destino quiso salvar la vida de Minoru Mineta aquel día haciendo que Eraser Head entrase en el aula precisamente cuando Shoto creía que no sería capaz decontrolarse por más tiempo. Una orden de Tenya Iida sentó a los veinte alumnos inmediatamente e hizo el silencio. Empezaba la jornada.

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