Capítulo XII

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La segunda mañana fue superada con éxito. La falta de incidentes hizo que Shoto se embriagara con una aparentemente sólida confianza que sabía se rompería ante el primer obstáculo. Fue presa de una súbita energía tintada de optimismo que le incitaba a gritos a que se dirigiese a Momo durante la comida. En cualquier otro momento la idea hubiese sido descabellada; ahora, no lo parecía tanto. Este estado de ebria valentía había sido el producto de las clases de la mañana. No solo habían discurrido con absoluta calma, si no que había ocurrido algo que, para Shoto, tuvo carácter cercano al milagro.

Shoto no recordaba con exactitud qué hora ni qué clase había terminado justo en ese instante. El profesor encargado salió del aula con normalidad. Hasta aquí, nada que pudiera sobresalir había pasado. Shoto fingió encontrarse distraído, paseando con pereza su mirada sobre la clase, para poder fijarse en los movimientos de Momo. Algo no parecía seguir el curso habitual. Inconscientemente, Shoto frunció de manera casi imperceptible el entrecejo. Momo se levantó de su silla. Dirigió un par de susurros indiscretos a Kyoka Jiro. Se acercó entonces al lugar donde estaba sentado Shoto. Desencadenó sin intención de hacerlo una reacción inmediata en el muchacho. No eran más que los síntomas habituales: pulso en aumento, nerviosismo creciente, manos sudorosas, mirada inquieta. Momo no pareció percatarse. Shoto oyó lo que le decía al estudiante que estaba allí, a su lado.

- ¿Te importaría cambiarme el sitio? Muchísimas gracias.

Él se retiró al momento. Momo se sentó en la silla que acababa de ser abandonada por su propietario. Shoto fijó la mirada en la tabla de la mesa. Se había sentado a su lado al fondo de la clase. Había decidido dejar su cómodo sitio para adentrarse en la zona más alejada del aula junto a Shoto. La histeria que de repente sintió le obligó a mantener la cabeza gacha. Notaba la dubitativa mirada de Momo sobre su cabeza. Ahora debía mirar, como cualquiera hubiera hecho. Eso haría.

- Has comido solo el otro día – observó ella sin más -. Deberías sentarte con nosotros hoy.

La impresión hizo que Shoto elevase la mirada al momento, quizá con más violencia de la intencionada. Ella trató de no sobresaltarse con la dramática reacción de aquel enigmático muchacho bicolor. Shoto le intrigaba. Quería saber más sobre él, sobre la condena que voluntariamente se había impuesto, sobre su pasado. Desde el día en el que le vio por primera vez en la prueba de admisión, Momo había tenido la extraña pero inevitable sensación de que aquel muchacho era un nicho donde descansaban muchos secretos. Había atraído la atención de las demás chicas, de eso no cabía duda; Momo escuchaba a menudo las conversaciones de estas. Es el momento indicado para insistir de nuevo en la fría hermosura del rostro de Shoto, la cual había destacado entre sus compañeros de curso desde el primer día. Momo no se sentía celosa al oír comentarios sobre el buen ver de Shoto – a diferencia de lo que habría cabido esperar -, sino que algo quería hacerla creer que solo ella era capaz de ver tras el cristal de perfección física que encerraba al enigmático Todoroki.

Por supuesto, no eran más que ridículas corazonadas que la habían impulsado a tratar de realizar varios acercamientos hacia Shoto. No habían resultado demasiado fructíferos hasta el momento. Sentada ya en la cafetería del instituto, Momo se preguntó si Shoto aparecería. La propuesta que le había hecho en clase – acompañarla a ella y a unos amigos durante la comida – había sido fruto de uno de esos súbitos arranques de emoción que sufría tan a menudo cuando le veía. Mientras todavía disfrutaba de una soledad tan ruidosa como la que hay en una cafetería de instituto, Momo se planteó por primera vez la idea de que podría estar enamorándose de alguien a quien ni siquiera conocía.

La palabra "enamorado" en aquellos días se usaba demasiado. Momo nunca había estado verdaderamente enamorada de nadie. Por supuesto se había fijado en chicos de vez en cuando; quizá el hijo de otra familia de bien en una gala benéfica, en ocasiones actores o cantantes y muy de vez en cuando había puesto sus ojos con disimulo sobre algún joven que esperaba en una parada de autobús o que estaba sentado con unos vaqueros informales en un banco del parque. De pequeña, había incluso soñado – tras ver una película americana de esa misma temática – con tener un futuro amante que viniera de una familia humilde. Ella estaría dispuesta a dejar toda la fortuna que debía heredar tan solo para fugarse con él y vivir una vida sencilla y con amor.

Todas esas fantasías habían quedado atrás hacía mucho tiempo. Ahora, siendo ya prácticamente una mujer joven, Momo todavía pensaba en enamorarse tarde o temprano. Lo que no sabía era que el elegido podría ser alguien tan complejo como Shoto Todoroki.

Por ahora, no pensaba usar el término "amor" para referirse a todas aquellas sensaciones mezcladas que Shoto producía en su cabeza.

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