Capítulo VII

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Recuperando el tópico del amor a primera vista, se podría argumentar que este se trata de algún tipo de conexión espiritual por encima del entendimiento humano. La búsqueda del alma gemela ha sido una misión constante para nuestra especie. Aquellos con mentes más realistas – por no decir pesimistas – rebatirán esto afirmando que lo que las historias llaman "amor" no es más que una súbita e incontrolable atracción animal hacia una persona en particular. Llamémoslo un encaprichamiento llevado al extremo. Fuera como fuese, Shoto todavía no sabía darle un nombre apropiado a su extraño sentimiento de inclinación hacia una chica desconocida.

Solo había pasado una mañana dentro de la escuela. Era la tan esperada hora de comer. A Shoto le maravilló la facilidad que todos sus compañeros tuvieron para hallar al instante un pequeño grupo con el que sentarse. Hacer amigos parecía tan sencillo viéndolos a ellos que se planteó que él también podría hacerlo. Esa posibilidad fue descartada rápidamente.

El menú de la escuela era realmente fabuloso. No tenía comparación con los mediocres platos servidos en las escuelas del país. Aquello era un verdadero bufet de cinco estrellas, pues solo lo mejor entraba en la mejor preparatoria del país.

Shoto leyó el menú completo de la cafetería. Algo de carne, pescado, opciones veganas, opciones para los alumnos con características animales, un menú sin gluten. Las guarniciones parecían igualmente deliciosas. Las posibilidades a la hora de beber no eran tan variadas, por el contrario. Agua sería lo mejor. No acostumbraba a comer con ningún tipo de refresco ni nada que no fuese agua. Se le antojó un plato de carne. La cosa quedó decidida entonces.

Una vez recogida su comida, se preguntó dónde podría sentarse. Empezaba la segunda parte de la misión. Identificó una mesa vacía. Perfecto. Tomó asiento. No había nadie a su alrededor. El resultado había sido inmejorable. O al menos eso creía, hasta que vio a Yaoyorozu llegar al enorme comedor. Reía y charlaba con una amiga. ¿Serían amigas desde antes de entrar o sería una recién conocida? No había forma de saberlo. Su pulso se tornó frenético de nuevo cuando pasaron al lado de su mesa. Un breve recuerdo de su perfume consiguió hacerse paso hasta él. Debía de echarse una cantidad considerable antes de salir de casa. Era un perfume caro, dulce, embriagador. Sus entrañas se revolvieron con rebeldía. ¿Qué pasaría si se ponía en pie entonces y hablaba? Quería hablar. Necesitaba hablar.

Pero si hablaba, nada excusaría su comportamiento inicial. Quedaría claro que era perfectamente capaz de comunicarse con ella o con quien fuera. Quedaría claro que si no habló antes fue porque no quiso. Y bajo ninguna circunstancia pretendía hacer creer a Yaoyorozu que había evitado voluntariamente la comunicación con ella.

Durante el resto de la comida, se sucedieron las terribles miradas furtivas que Shoto tanto temía. Él alzaba la vista. Allí estaba ella. Ella la retiraba. Momento de pausa. Ella regresaba sus ojos sobre él. Shoto lo notaba. Un escalofrío recorría su cuerpo. Alzaba la mirada de nuevo. Repetición del proceso.

Para Shoto la situación se estaba tornado verdaderamente insoportable. Solo una palabra. Solo quería decirle una palabra. Quizá un inocente "hola", o puede que un simple "adiós". Le daba igual. Quería que ella supiera que no era una máquina helada. Si perdía su interés, todo se desplomaría. Ni siquiera él tenía verdaderamente claro qué significaba ese "todo", pero sabía y era consciente de que no podía permitir que se evaporase sin más. Seguiría transmitiéndole su alma si era necesario mediante meras miradas.

Todo en aquella mañana del primer día se centró en los ojos grises, monocromáticos, de aquella reencarnación de la Laura petrarquista - ahora su Laura.


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