El paso que seguía al haber recibido una revelación como aquella era confuso; ¿debía tomar el control total de su vida, convirtiéndose en un moderno Espartaco y rompiendo radicalmente con todo lo que había conocido hasta entonces? ¿O por el contrario debía aguardar, armando su corazón de paciencia, hasta el momento de poder independizarse de manera tranquila y segura?
Shoto habría esperado por tan preciosa recompensa, si no fuese porque su paciencia se había agotado. Había descubierto que le habían apartado intencionadamente de su camino. Habían anulado todos sus deseos y le habían convertido en un ser desprovisto de voluntad, un simple recipiente de poder que no podía llamarse siquiera persona. La humanidad de Shoto había sido recluida, encerrada y encadenada como un titán. Allí había aguardado al momento de la liberación, y ahora que las puertas habían sido abiertas ya no existía motivo alguno para retener lo que nunca debió ser encarcelado. Desharía todo lo previamente trenzado, separando así su vida, la de su padre y el otro componente que le había atormentado durante toda su existencia; convertirse en un héroe. Si quería librarse del yugo paterno, debía renunciar a todo lo aprendido y aceptado hasta entonces, empezando por aquello.
Sus reflexiones y planes ocuparon toda la clase. No había captado nada de lo dicho; ni siquiera una sola palabra había conseguido recorrer el camino hasta su saturado cerebro. Daba igual. Ya no era importante. No pensaba volver allí. Hoy se despedía de aquella moderna clase, con sus hileras de mesas milimétricamente alineadas y su pulquérrimo suelo azul. Aquel era el momento en el que decía adiós a su vida monocolor y se adentraba en el verdadero mundo, en aquel caos impredecible que tanto deseaba.
Aun sabiendo cuál era su objetivo, no podía llevar a cabo aquella revolución él solo. Ahora era el momento de usar aquella promesa que Momo le había hecho; ahora era cuando más la necesitaba. Por supuesto, no tenía ninguna intención de inmiscuirla en la batalla contra su padre; aquella era una guerra civil de consanguineidad, donde el soldado solo podía ser otro Todoroki. No, no pretendía que Momo se viera afectada por la locura de su familia. Al contrario, haría todo lo posible por alejarla de aquel Infierno terrenal. Su plan comenzaría inmediatamente, después de un retraso de diez años.
Algo tan inocente como la hora de la comida estaba a punto de transformarse en un verdadero torbellino de locura y éxtasis. Shoto localizó a Momo tan rápido como un depredador se abalanza sobre su incauta presa. Ella notó su mirada al instante; seguía siendo poseedora de un mágico instinto para detectar la presencia de Shoto. Su cómplice la miró con más seriedad de la habitual. Un gesto rápido con la mano. <<Reúnete conmigo en el pasillo de inmediato>>. Ruptura del contacto visual. Shoto abandonó la sala y se encaminó hacia el lado contrario a la cafetería. Aquel lugar plagado de despreocupación ya no le interesaba en absoluto.
Al poco tiempo, sintió que alguien le seguía. Una leve ojeada al reflejo de uno de los cristales fue suficiente para cerciorarse de que era Momo. De cualquiera manera, no habría tardado mucho en descubrirlo, pues la chica formuló la pregunta que naturalmente venía a la cabeza:
- Todoroki, ¿qué ocurre?
Se había convencido de que ahora la tarea de expresarse con palabras resultaría más sencilla. Intentó hacerlo de nuevo.
- Tenemos que hablar. – acertó a decir.
Se daría cuenta más tarde de que aquella no era la expresión más adecuada para el momento. Momo tembló casi imperceptiblemente ante la voz de Shoto, que parecía provenir directamente desde su lado más frío.
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Monocolor | TodoMomo |
أدب الهواةShoto Todoroki enmudece de manera voluntaria a la edad de seis años, queriendo encontrar un escape al yugo de su padre. Durante una década, construye a su alrededor una realidad alternativa, perfectamente moldeable a su antojo, que utiliza como escu...