Capítulo 23

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—Si dejaras de moverte sería mucho más fácil, tonto Alfa— refunfuño el albino, ya bastante colérico de la situación.

Ya había tenido bastante con el trabajo de traer a él pelinegro de regreso a la cabaña, soportando sus innecesarias mordidas al aire y los molestos gruñidos que soltaba, sin agregar que mientras lo traía caminando recibía varios empujones con la intención de derribarlo, sin duda estaba bastante harto de todo ello y se lo está guardando bastante bien para decir verdad.

—¡Alfa, ya por favor, solo quiero curarte! — reclamo con la cara roja del enojo y por toda la fuerza que hacia para no dejar a su lobo tomar el control y empezara una pelea con el lobo remilgoso.

Paso una mano ente sus cabellos revolviéndolos por la desesperación, observando como aquel lobo le daba la espalda, no entendía la razón por la que repentinamente este estaba actuando así cuando antes se había comportado de una forma excelente con el. Suspiro y paso, esta vez, su mano por su rostro.

—¿Quieres decirme que es lo que te pasa Alfa?, la otra vez fuiste muy amable conmigo, ¿Qué es lo que te pasa ahora?— cuestiono al borde del colapso, rogando a qué le diré un indicio lo que fuera.

Son embargo lo único que recibió en respuesta fue un molesto gruñido y ver cómo este mismo de hacían una bolita sobre la alfombra. Eso termino de colmar la poca paciencia que tenía y sin el más mínimo cuidado, la toalla con agua caliente que se encontraba colgaba sobre un Bolt de plástico, la coloco en una de las muchas heridas con las que contaba el lobo, escuchándolo soltar un fuerte alarido por el dolor.

Me tienes arto, te queremos ayudar y tú no pones ni el más mínimo interés en ayudar a que esto se más sencillo— explotó el lobo dentro de su interior, mostrando aquellos afilados colmillos y esos brillantes ojos demostrando nuevamente que no estaba de humor. —Ire a la cocina y cuando regrese quiero ver a ese estúpido humano en tu lugar y si no está, uh~ tú sabrás lo que es bueno— aventó aquella toalla sobre el hocico del lobo y se levantó sacudiendo su ropa.

Y como lo dijo, entro a la cocina dejando un olor a enojo puro por su camino. Las orejas del Alfa se hicieron hacia atrás, sacudió su cabeza quitando aquella toalla sobre su hocico dejando caer su cabeza sobre sus piernas.

Estaba lastimado, no solo físicamente si no también sentimentalmente, el siempre protegió a su Omega de su parte humana, si embargo él le estaba pagando de esa manera, escapando y poniéndose en peligro, se sentía dolido por ello y aunque le doliera más estar ignorandolo y tratandolo de esa forma tan distante, tenía que hacerlo entender que estaba un poco disgustado por sus actos.
Los pasos del Omega comenzaron a escucharse por el pasillo y sin esperarlo mucho y que el menor se disgustara de peor forma, dejó que su parte humana tomara el control y lentamente su cuerpo comenzara a tomar la envidiable figura del pelinegro.

Ah~, veo que si me hiciste caso, bien ahora, dime si estás o no dispuesto a decirme que mierda te pasa— puso una de sus manos sobre su cadera, mientras la otra tenía una taza con un poco de leche dentro.

Pero nuevamente no hubo respuesta por parte del mayor quien solo optó por poner sobre su parte íntima una pequeña frazada que estaba sobre uno se los sillón, está por cierto le pertenecía a el albino.

Si no me cuentas no tengo intención alguna de ayudarte— recalcó dandole un sorbo a su taza de leche, esperando que de esa manera el pelinegro hablará.

Pero el orgullo de este siempre fue mayor que el de su lobo, el no se atrevía de decir lo que sentía por lo que sin decir nada al respecto tomo la pequeña toalla remojandola, poniéndola sobre una de las heridas en su hombro.
La quijada del menor se tenso, odiaba que lo ignoraran y ese tonto Alfa lo estaba haciendo, dejó la taza sobre uno de los muebles de noche y se puso frente a él mayor quitándole de un tirón la toalla y sin cuidado comenzó a limpiar las heridas del mismo.

Marcado A La FuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora