Capítulo 20

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-Will vamos por favor...- dijo con cierta emoción una mujer de cabello negro, observando cómo su amado cortaba la leña para la chimenea.

-No mi amor, recuerda que te puedes lastimar- dejo la cacha encajada en aquel tronco, dirigiendo su mirada a los hermanos ojos de su mate.

-No me lastimo y con tigo o sin ti, pienso ir, aún si es que me tengo que ir yo solita...-Advirtió, dando vuelta sobre sus talones, comenzando a alejarse de su amante, dispuesta a cumplir lo que había dicho.

Sonrió ligeramente al sentir un par de brazos rodear su abdomen, acariciando específicamente aquella pequeña barriga que, apenas se comenzaba a formar debajo de su ombligo.

-Bien, bien, iré contigo...- sonrió sin mostrar sus dientes. Delicadamente paso su nariz por aquella marca en la curvatura de su cuello, aspirando el aroma a vainilla.

-Así se dice- comento en un tono divertido, mientras una risita escapaba de sus labios, giro sobre su talones quedando frente a frente con su alfa y planto un pequeño beso sobre sus labios.

La sonrisa que se plasmó en los labios del contrario no tenía costo, observando como su Omega se alejaba de él, para poder tomar su forma animal. El sonido de los huesos crujir, su cuerpo comenzar a llenarse de unos pelos color grisáceo y su estatura disminuir considerablemente, dió final a la transformación de aquella Omega.
Lentamente por debajo de aquel vestido de maternidad blanco, la delicada silueta de una hermosa loba, se comenzaba a deslizar con la única finalidad de poder salir. Una vez fuera se sentó sobre sus patas traceras, intentando asimilar el lugar donde se ubicaba, el aroma conocido de su alfa provocó que diera vuelta a su cabeza, topandose con los ojos de su mate de cabellera negra, movió su cola contenta, se levantó dejando a la vista aquella hermosa barriga donde un cachorro se comenzaba a formar.

Lentamente y sin borrar aquella sonrisa, William se acercó a la loba, que de la emoción solo un chillido.

-Hola primor, hace cuánto no nos veíamos- se agachó frente a ella y acaricio su cabeza, mientras esta daba saltitos de alegría y de vez en cuando corría a su alrededor. -Amor, ten cuidado te puedes lastimas- advirtió soltando una risita y deteniendo a la Omega, quien sin pensar paso su lengua por la mano contraria. -Ahora te acompaño bebé- dejo un beso sobre su cabeza y se levantó, alejándose.

Sus huesos crujieron, su estatura penas y disminuyó un poco, su cuerpo se llenó de pelos de un coloro negro opaco. Cuando menso se espero un imponente lobo se encontraba parado sobre sus cuatro extremidades mirando a aquella Omega, quien sin pensarlo se acercó festejando el poder ver a su alfa. Está apenas y llegaba a tomar su hocico con la punta de su nariz, bajo su cabeza restregandose con la contraría.
Entre lamidas, chillidos y una que otra mordida juguetona, los ojos de ambos lobos se conectaron, como si de esa forma se pudieran desnudar el alma y pudieran leer sus mentes. Sin embargo esto no duró mucho ya que sin previo aviso aquella loba grisácea salió corriendo entre los arboles, dando inicio a la carrera.

Ambos lobo se deslizaban entre los troncos, dando zic Zac entre cada tronco intentando perderse el uno del otro, una escena tan hermosa que cualquiera envidiarán, pero todo termino igual que como empezó. Repentinamente una punzada detuvo a aquella Omega, haciendo que sus patas temblaran y su respiración se volviera irregular, no solo por el cansancio de correr. Una segunda, provocó que se sentará sobre sus patas traceras, mientras de su hocico deslizaban una saliva espesa, por su parte aquel lobo negro rodeaba a su amada preocupado y dándole su espació. Una tercera fue lo lo que bastó para que aquella Omega cayera inconsciente sobre el piso y aquel alfa se acercará a intentar socorre a su amaba, sin saber que está ya no tenía salvación.

Marcado A La FuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora