Capítulo 24

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Apretó la mandíbula, moviendo con recelo la torta de fresas sobre la sartén. Estaba más que molesto, aparte de tener que soportar los berrinches de princesa de aquel alfa, tenía que prepararle de comer, era indignante. Bien podía no hacerlo, pero una parte de él lo obligaba aunque no quisiera. Bufo y apagó la sartén poniendo aquella torta de fresas sobre el plato, del refrigerador saco un pequeño cartón de jugo y lo virtio dentro de un vaso.

No te esperes mucho, recuerda que al princeso no le gusta tan lo dulce - recordo su lobo haciéndolo reír.

—El estará lastimado, pero ese no es motivo para que lo consienta si quiere comer tendrá que acostumbrarse a lo que preparo y si no se lo come estoy seguro que a el cachorro si le gustará — sonrió imaginando la cara de asco que haría el alfa al probar la torta. —Vamos que creo que mi tarta se enfrió— comentó con un tono triste, de solo esa idea.

Tomo una bandeja. Acomodo su plato y el del alfa, para después poner en una orilla el vaso. Soltó un suspiro cansado. No sabía porque lo hacía si ya sabía que el alfa rechazaría su comida, pero al menos no quedaría con el remordimiento de que no lo alimento y si mueres que murió porque se le antojo.

Subió las escaleras a paso lento. No quería tropezar y volver a hacer todo, aparte que si le sucedía aquello se lastimaría y probablemente también a su cachorro, aunque aún no confirmaba al 100% lo segundo.

Una vez sus pies estuvieron en una superficie plana dejo descansar un poco sus brazos, apoyando la bandeja sobre el barandal. Dió un suspiro y masajes su espalda adolorido. Miro la puerta, solo unos pasos más y estaría dentro del infierno. Cerro los ojos y sacudió la cabeza; volvió a tomar la bandeja retomando camino. Delicadamente tocó la puerta con una de sus manos, pero no recibió respuesta alguna.

—William, te traje la comida. Voy a entrar— aviso, para después girar la perrilla y entrar.

Una vez dentro se topo con el alfa sentado sobre la cama, con las piernas cruzadas y para colmo de sus males, sin camiseta. Rodo los ojos, el princeso otra vez había echo de las suyas.

—¿Porque no tienes la camiseta puesta William?— cuestionó Marck dejando la bandeja sobre el mueble de noche a un lado de la cama.

— Me lastimaba. Aparte me dio calor— respondió con un tono irritado, haciendo que el menor suspira.

Dejó la bandeja con el alimento del alfa sobre sus piernas y el solo tomo su plato sentándose en un sillón aparte alejado de la cama.

—Deberías dejar de comer, ya estás muy gordo— hablo cortando un pedazo de la torta, metiendolo a su boca. Pero para sorpresa del albino esta ves no hizo ni la más mínima mueca de asco o despreció.

—Que te importa si engordo, no me dabas esas cosas... Cómo se llamaban...— puso uno de sus dedos sobre sus labios fingiendo pensar seriamente en la respuesta. — Ah, si vitaminas para estar gordo, no te sorprendas William pero me gusta comer — dió un bocado a su torta y amistosamente masajeo su barriga.

El nombrado refunfuño, sabiendo que decía la verdad pero aún así no le gustaba recordas lo que había echo, detestaba escuchar las mismas palabras que su lobo.

—Esta rica... Aunque está fría— expreso, cambiando drásticamente de tema. La sorpresa no se hizo esperar en el rostro del menor. — Te voy a enseñar a cocinar, no me gusta tu sazón pero tengo que comer — dió un trago a su jugo.

Y ahí se callo de su nube. Una vez más pensó que aquel alfa hablaba en serio, pero al menos fue sincero.

— Sabes hacer sentir mal a las personas sin importar el qué— sonrió irónico, para darle una mordida a su torta.

Marcado A La FuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora