9. Fue una linda noche.

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Ya era sábado, ayer fui con Thomas a comprar el maldito vestido, le dije que incluso podría usar el traje de él, pero no acepto. Y bueno... me aproveche un poco más de la situación, ahora me traerá, todos los días, sin importar si mi hermano está o no, me llevará a las fiestas y me alcanzara a mi casa después de las fiestas. Prácticamente seré como una anciana que necesita un conductor asignado para llevarla a hacer las compras, bueno, no tan exagerado, pero bueno, él será mi chofer.

Después de salir de la ducha, me coloqué mi albornoz. Me maquille con tonos marrones y dorados, me apliqué mascara de pestañas y delineador.
Acabe colocándome un poco de brillo labial y saqué el vestido de su bolsa, cabe destacar que era un hermoso vestido color celeste, no me gustaba mucho usar vestidos, porque me sentía expuesta, desnuda, descubierta. Pero, me encantaban los tacones, tenía de varios colores, algunos cerrados y otros no, unos contaban con plataforma y otros con taco aguja y punta fina.

En fin, deje la bolsa que cubría el vestido en mi cama, me quité mi albornoz color crema y procedí a colocarme el vestido. En unos 45 minutos Thomas vendría por mi.

Me puse los tacones blancos y me recogí el cabello en un bajo y perfecto moño, que contaba con una trenza.

– ¡Spencer, tu novio está aquí! –alguna de las niñas me gritó desde abajo.

Baje enojada, casi me caigo, pero pude sostenerme.

– Tú, mocosa, les dije a ambas que no es mi novio. –ya estaba cansada de ellas y de mi madre. Siempre que Thomas me traía a casa, ellas me torturaban con sus preguntas de chismosas–

– No te das cuenta de quien soy, ¿verdad?

– Son iguales.

– Le dire a mamá que te castigue. Y por cierto, soy Sophie. 

– ¡Pues hazlo niña! ¡No hice nada malo!

Me enojaba que le dijeron mi novio, era un completo idiota, empezaba a agarrarle un poco de cariño, siempre que estamos en la biblioteca me saca una sonrisa. Pero solo como amigo.

– Te ves bien, Hoffman. –lo mire y le dedique una sonrisa.

– Gracias, también estas aceptable.

Oh diablos, era un puto dios, se veía tan jodidamente sexy en ese maldito traje.
Llevaba una camisa blanca, por encima de ella se encontraba una corbata y un chaleco, también negro, y finalmente el traje negro que cubría su cuerpo.

– Ya basta, deja de admirar mi bello cuerpo –dijo él, sacándome de mis pensamientos– Se que estoy bueno, pero ya basta. Tus ojos me violan. –bromea y yo niego con la cabeza.

– No te estaba viendo –entrecerré mis ojos y lo miré.

– Si, lo que digas –me dió unas palmaditas en el hombro. Metió la mano en el bolsillo de su traje y sacó las llaves de su coche – Vamos.

Salimos de la casa y nos montamos en su auto. Por lo que me dijo, el lugar de la fiesta estaba a unos 25 minutos de mi casa.
Una canción comenzó a sonar y Thomas la tarareó. No le presté mucha atención, estaba concentrada mirando a través de la ventana.

– Spencer –sacudió su mano en mi cara– Vamos, ya llegamos.

*Thomas*

Spencer se veía tan linda y tierna a la vez. Su vestido celeste se le ajustaba al pecho y dejaba ver un poco de su espalda, su castaño cabello estaba recogido y sus ojos resaltaban gracias al maquillaje que traía. Sus tacones la hacían un poco más alta, pero aún así era pequeña para mí.

Alérgica a ti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora