Capítulo 3

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Una nota desafinada más y Alfred deja de cantar. Se gira enfadado para mirar a Juan Antonio antes de reprocharle.

-Tío, ¿puedes parar?

-No he hecho nada esta vez... -responde éste sin entender.

-¿Cómo que no? Es un re, Juanan, un re. No puede ser tan complicado afinar un re cuando yo aprendí a que sonara bien con cinco años. ¿Cuántos tienes tú?

-Lo siento, Alfred, Sabes que últimamente no estoy centrado por todo lo de la boda.

-¡No me fastidies! Una boda no debería desestabilizarte tanto. Sólo es firmar un papel. Llevas con Zaira toda la vida, no va a cambiar nada.

-A lo mejor, precisamente, ése es el problema. -interviene Agoney -Que llevas toda la vida con ella y te cansaste de pasar tantos años follando siempre con la misma persona.

-Gato, tú no te metas. -continúa Alfred.

-Entonces, ¿qué hago? ¿Le sonrío y le digo que está todo de puta madre? ¿Que siga tocando mal hasta el día del concierto? -replica Agoney.

-También puedes cerrar la boca y dejar que Alfred lo resuelva, que se le da bastante mejor que a ti.

El canario siente su estómago tensarse cuando le escucha hablar. Se gira con la mirada encendida y se topa con Raoul, que acaba de levantarse de su silla para acercarse al escenario.

-Lobito, no me jodas, que no tienes ni puta idea de nada.

-A lo mejor, el que no tiene ni puta idea de nada eres tú. ¿Qué pasa? ¿Te parece mal que esté nervioso porque se va a casar? Porque a mí me parece lo más lógico del mundo. Le hace ilusión formalizar la relación con el amor de su vida. A lo mejor no lo entiendes, porque no tienes a nadie a quien querer y que te quiera de la misma forma.

-Raoul, cállate. -interviene Alfred.

-No, no, déjale hablar. -continúa Agoney -Que parece que el lobito lo sabe todo de mi vida. Vamos, cuéntanos más.

Un estallido en su interior, como un rayo caído desde el cielo en una tormenta eléctrica. Y su cuerpo reacciona a esa mirada. Joder. Raoul no entiende por qué Agoney tiene ese efecto sobre él. Le odia. No le soporta. Es un puto gilipollas insufrible. Pero cada vez que ese puto gilipollas le mira, se siente desfallecer.

Traga saliva y toma aire por la nariz antes de replicar.

-No tengo ni idea de tu vida, Agoney. Y tampoco me importa. Sólo quiero que dejes en paz a Juan Antonio, que no te está dando motivos para que le trates así. Se ha equivocado en una nota, sí. ¿Y qué? ¿Tú nunca has fallado en nada? ¿Siempre eres perfecto en todo?

El silencio llena el local de ensayo mientras Agoney intenta buscar la mejor respuesta a su pregunta. Y la encuentra, como siempre

-En todo, no, pero hay algunas cosas que se me dan... bastante bien.- le guiña un ojo y Raoul se estremece al sentir cómo su estómago se contrae deseoso. Lleva varios días sin poder olvidar lo que ocurrió en aquel baño. Y, aunque fue la mejor experiencia sexual de su vida, no piensa dejarse dominar por el imbécil ése.

-No sé qué cosas se te dan bien ni quiero saberlas. -responde con una fingida mueca de asco -Sólo quiero que dejes a Juan Antonio en paz. Porque te aseguro que no tiene nada que envidiarte. Más bien eres tú quien debería aprender un poco de él.

-¡Basta, chicos, ya está bien!

Alfred interviene en el mejor momento, porque Raoul ya había visto los ojos de Agoney brillar maliciosos, preparados para lanzarle una estocada mortal. Y le encantaría poder fingir que no hay nada entre ellos. De hecho, no lo hay, pero cada vez que le escucha hablar siente un hormigueo que le recorre el cuerpo entero y tiene que saltar. No puede quedarse callado cuando se trata de Agoney.

¿Te Atreves? |Ragoney|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora