Capítulo 4

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Una conocida canción interrumpe el silencio de su habitación. Raoul levanta la cabeza de los apuntes, busca el móvil con la mirada, reconoce el nombre que le muestra la pantalla y estira su brazo para descolgar la llamada.

—¿Qué pasa, Aiti? —saluda, alegre.

—Hola, amor. ¿Estás en la biblioteca? —pregunta la chica.

—No, hoy me he quedado en casa. No me apetecía mucho salir, la verdad. Además, tengo que mirarme unos planos que me han mandado del estudio de prácticas. —bufa, algo aburrido —Pero en poco más de media hora, termino.

—¿Cómo ha ido el día?

—Pues bastante bien. Alfred me ha llamado histérico un par de veces, pero, dentro de lo que cabe, bien. Ya casi he terminado el tema diez y sólo me quedan dos más para el examen.

—A mí me llamó ayer a las tres de la madrugada, porque necesitaba chillarle a alguien a la oreja.

—Un miércoles a las tres de la mañana. Sólo Alfred es capaz de hacer eso.

—Tuviste suerte, porque tenías que levantarte pronto para estudiar y le daba cosa despertarte. Pero, como sabe que yo estoy en casa todo el día, dijo: "despertaremos a Aitana, que se joda".

—Pues no sabes cómo se lo agradezco.

Ambos ríen, divertidos, porque el nerviosismo de Alfred en los últimos días ha aumentado considerablemente. Se nota que se acerca el día del concierto y no puede aguantar la emoción.

Ya está todo preparado: los temas ensayados, la iluminación lista, las nuevas canciones rematadas para presentarlas y el vestuario guardado en fundas de plástico en el maletero del coche de Raoul. No en vano, la madre de Alfred se pasó todo el fin de semana planchando para que no quedara ni una arruga. Y cada vez que Alfred llegaba a casa, revisaba que todo estuviera perfecto y lo enfundaba.

—¿Cómo van los ensayos? —pregunta Aitana.

—Jamás pensé que alguien podría hacerme esa pregunta a mí. —Ríe, recordando sus eternos prejuicios con la banda —¿No te ha contado Alfred?

—Sí, claro, varias veces. Hace semanas que vive en un bucle. Pero a él todo le parece que está mal siempre. Que si Miriam es una borde que no le deja vivir, que si el vestuario de Agoney es horrible, que si Juan Antonio toca fatal...

—¡Otra vez con Juan Antonio! ¡Ya está bien! ¡Me tienen hasta más arriba del pirri!

—¿Qué pasa con él?

—Que están todo el día metiéndose con él, porque no ha ido a su maldito conservatorio de gente guay. Y se ve que las personas que no han podido estudiar música no tienen derecho a tocar la guitarra. Al menos, él tiene una familia coherente, que le da una alternativa para cuando la música les falle, que les fallará.

—Raoul, no vuelvas a ese punto, por favor. Ya te han demostrado que son buenos tocando...

—Claro que son buenos tocando. Pero, por muy buenos que sean, si no se respetan entre ellos, ¿cómo les va a respetar el resto del mundo? Quieren entrar en una industria complicadísima llena de problemas. Y, para sobrevivir en ella, tienen que ser una piña. Si no, a la mínima que vean una fisura en el grupo, se van a aprovechar de ella para conseguir lo que quieran. —explica Raoul.

—Pero, tú, ¿qué eres ahora? ¿El director de una discográfica? —Ríe sin entender muy bien su comportamiento.

—No, Aitana, pero las cosas son como son. Tienen que protegerse entre ellos, porque la gente es muy mala. Y ni siquiera son capaces de reconocer que Juan Antonio tiene talento, probablemente más que ellos, porque está al mismo nivel sin las ocho millones de clases que han recibido.

¿Te Atreves? |Ragoney|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora