¡Feliz 3 de marzo!
Por el amor, por la libertad y por la visibilidad 💛💜
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Raoul guarda en la estantería el pesado libro que acaba de consultar.No se acostumbra a tener acceso a todo el material necesario para hacer su trabajo. Lleva tantos años buscándose la vida para encontrar los datos que le exigían sus estudios que lo que está viviendo desde que empezó las prácticas le parece un sueño hecho realidad.
Su jefa es una persona amable, simpática y muy comprensiva con él. Es consciente de que acaba de empezar y le permite equivocarse de vez en cuando.
Dedica gran parte de su tiempo a explicarle el funcionamiento de todo, a repasar con él todos los trabajos que hace para confirmar que no se ha equivocado en nada y a corregirle cuando mete la pata.
—Estás aprendiendo, es normal que te equivoques.
Es lo que siempre le dice y, aunque a Raoul le da rabia que encuentren cosas que cambiar en lo que ha preparado con tanto esfuerzo, en el fondo lo comprende. Nadie nace aprendido y, aunque él pone todas sus ganas en no equivocarse, es normal que no todo le salga perfecto a la primera.
Si se pone a hablar de sus compañeros, no pararía de decir cosas buenas. Son los mejores del primero al último. Desde la recepcionista que le saluda todos los días con una gran sonrisa hasta el jefe de recursos humanos que trae café para todos de buena mañana.
Y, por supuesto, el equipo de arquitectos, que le invitan a comer con ellos todos los días, como si fuera uno más.
Raoul se sienta feliz de nuevo ante su mesa y abre en el ordenador el siguiente documento que tiene pendiente en su lista de tareas.
Comprueba la hora y sonríe distraído. Las seis y veinte. Sólo quedan diez minutos para que Agoney llegue a recogerle.
Tiene muchísimas ganas de verle, porque hace tres días que se fue a Madrid con los de la banda para el último concierto y él no pudo ir porque tenía trabajo. Pero este tiempo le ha servido para darse cuenta de que le echa mucho de menos, de que ya se ha acostumbrado a él.
Cuando ambos están en Barcelona, se ven prácticamente todos los días. Si no hay ensayos de la banda (en los que Raoul se ha convertido en uno más), quedan en el bajo de Agoney con cualquier excusa. Incluso los días en los que sus horarios son incompatibles, buscan otras formas de verse, aunque sólo sea para comer en el descanso de Raoul.
¿Son novios? No, pero como si lo fueran.
Al menos, Raoul lo siente así. No ve demasiadas diferencias entre lo que tiene con Agoney y lo que tuvo en el pasado con otros chicos.
Bueno, decir que no ve diferencias es demasiado, porque es verdad que su vena romántica ha tenido que ser muy limitada para no incomodar al canario. Pero, aunque no se denominan como tal, lo cierto es que cada día se sienten más cómodos en compañía del otro y más unidos en una misma vida que comparten.
Una sensación que llena al rubio de felicidad.
—Bueno, Raoul, yo me voy. ¿Tú aún te quedas un rato?
El último compañero que quedaba en el despacho se despide y Raoul levanta la cabeza del ordenador para contestar.
—Sí. O sea, no. Estoy esperando a Agoney, que viene a recogerme. No creo que tarde.
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¿Te Atreves? |Ragoney|
FanficSólo era un juego. Un juego de seducción en el que los dos ganaban. Aunque, cuando quisieron darse cuenta, ambos estaban perdidos. Puto Alfred de los cojones.