Capítulo 16

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Agoney se despierta con un ruido infernal que le taladra los oídos.

Le cuesta unos segundos adaptarse a la oscuridad de su habitación y entender qué está pasando. Ése no es el timbre de su despertador. No es la canción con la que se despierta cada mañana con sobredosis de energía. No es la reconocible batería que suena en bajito, ganando volumen al mismo tiempo al que aumenta el sonido del resto de instrumentos, entremezclándose en una de sus canciones favoritas de todos los tiempos.

No. No se trata de su despertador, sino de una llamada entrante en su teléfono.

Se incorpora rápidamente y se marea un instante por haberse levantado tan deprisa, pero el ruido no espera. Alguien le busca con insistencia de buena mañana y eso solo puede significar algo malo. ¿Es posible que a Raoul le haya pasado algo camino del trabajo?

Con el pulso acelerado coge su móvil de la mesita de noche y lee el nombre en la pantalla.

Miriam.

¿Qué cojones?

Miriam nunca se levanta antes de las once de la mañana, así que o ha pasado algo realmente grave o es que no se ha acostado todavía. Porque es imposible que el teléfono haya decidido marcar su teléfono por su cuenta o algo así, ¿no?

Descuelga con el ceño fruncido y saluda.

—¿Hola?

Pero la voz de su amiga le saluda como si no pasara absolutamente nada.

—Buenos días, Ago.

—¿Qué horas son estas para llamarme, Miri? —pregunta el canario con voz pastosa.

—Bueno, es que me he despertado y... quería hablar. —responde la chica.

Agoney resopla, incrédulo.

—¿Cómo que "te has despertado" a las siete de la mañana? ¿Quién eres tú y qué hiciste con Miriam? Si Miriam nunca se levanta antes de las once.

La chica se ríe al otro lado de la línea. Su amigo tiene razón. Ella nunca se levanta antes de las once salvo que tenga que hacer algo muy urgente que no puede aplazarse al mediodía.

Pero en este caso es diferente, porque más que madrugar, es que no ha dormido en toda la noche.

Ha estado horas dando vueltas en la cama, pensando, repensando y volviendo a pensar. Con miles de ideas flotando en su cerebro confusas, tan contradictorias que es difícil decantarse por una. Y es por eso que ha decidido esperar a que fuera una hora razonable (aunque probablemente, todavía no lo sea) y llamar a Agoney en busca de un consejo que no sabe si va a querer darle, pero que necesita.

Podría haber llamado a Alfred. Seguramente, con su estrés vital, habrá dormido tres horas y llevará dando saltos por el mundo desde las cinco. Pero no. Alfred no sabrá entenderla.

—La verdad es que he dormí fatal esta noche. Estoy con el agobio del EP y no paraba de dar vueltas en la cama. —miente.

—Y, ¿por qué no lo sigues intentando? —pregunta Agoney —Para la reunión quedan casi doce horas y seguro que tu cerebro vuelve a relajarse y consigues descansar un rato más.

—Bueno, ahora ya, no puedo. —reconoce la chica con un tono de voz distinto que el canario cree reconocer.

Melosa, como si sonriera mientras habla. Pero no con esa sonrisa habitual de fiera salvaje. Todo lo contrario. Con la sonrisa que se escapa sin avisar. Esa sutil curvatura de labios hacia arriba cuando hay una llamita en el centro del pecho que calienta sin arder.

—¿Por qué? —pregunta, aunque cree saber la respuesta.

Y esta vez, sí, no hay ninguna duda para él. La voz se modula a un tono más dulce y alegre.

¿Te Atreves? |Ragoney|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora