Capítulo 21

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La vida de Thomas en esos instantes se resumía a una sola palabra. Confusión.

Tan solo pensar que su esposa, la mujer con la que estaba conviviendo día con día, estuviera mintiéndole lo ponía al borde de la euforia y lo hacía dudar de ella. Después de leer ese mensaje no sabía cómo actuar. Por una parte sentía como si Karianna fuera hipócrita todo el tiempo con él, pero por otra, su corazón le decía todo lo contrario, sus sentimientos eran más fuertes que él.

Maximilian pataleaba animadamente mientras estaba en el regazo de Thomas. Se encontraban viendo un programa de televisión infantil que ponía contento a Max.

Karianna entró a la sala y se sentó junto con ellos en el largo sofá. No había tenido el mejor de los ánimos esos últimos días. Habían pasado tantas cosas en cuestión de meses, que creía que su felicidad se estaba desmoronando poco a poco. Sentía como si su matrimonio pendiera de un hilo y en cualquier momento este, pudiera cortarse.

¿Qué estaba pasando? ¿En qué se había equivocado para estar viviendo ese tormento? Siempre había escuchado que en todo matrimonio había altas y bajas, pero jamás pensó que ella afrontaría una crisis tan tremenda a tan poco tiempo de haber unido su vida con la de Thomas.

Durante la cena, ambos comentaban cosas triviales, para pasar el rato. No había bromas ni risas como acostumbraban. El ambiente de la casa era abrumador. Esa chispa que existía al parecer se había apagado.

Thomas cepillaba sus dientes como parte de su rutina diaria. Estaba cansado y quería dormir. Su celular comenzó a vibrar y la pantalla indicaba que era un número desconocido.

No sabía si contestar o no. Anteriormente había recibido dos mensajes de texto que también provenían de un número igual y solamente le habían causado problemas con él mismo.

Tomó el teléfono y contestó.

—¿Diga?

—Thomas Müller —Dijo suavemente una voz femenina.

—¿Quién habla? —Cuestionó algo enojado.

—Tú sabes quién soy —Rio ligeramente.

—Claro que no. Dime de una buena vez ¿quién diablos eres y qué quieres?

—Si quieres averiguarlo nos vemos en la plaza del este de Ebersberg mañana a las 6 PM.

—¿Y si no voy qué harás?

—No creo que quieras saberlo —Colgó repentinamente.

No había conciliado el sueño en toda la noche después de esa llamada.

Necesitaba saber quién era la persona que trataba de entrar a su vida y arruinarla.

El día siguiente se le pasó lento, hasta que llegó la hora de emprender su camino. A las 5 PM exactas, Thomas tomó la carretera que conectaba a Munich con Ebersberg. Llegaría en aproximadamente 50 minutos y estaría a tiempo para su ‘cita’.

Tomaba el volante con fuerza mientras pensaba una y otra vez en Karianna. ¿Qué pasaría si esa persona tenía pruebas de lo que decía sobre ella?

Tres minutos antes de las 6 PM, Thomas había llegado al lugar y se encontraba parado en esa solitaria plaza.

Habían pasado ya 10 minutos de la hora citada cuando comenzó a desesperarse y a dudar de si todo eso era una broma o una trampa.

Dio la vuelta, y cuando estaba a punto de irse, una voz lo llamó.

—Thomas… —Dijo la misma voz de la llamada.

Parpadeó antes de reaccionar y dar la vuelta, solo para encontrarse con quien menos se esperaba.

—Stefanie —Dijo como un suspiro.

—Vaya, veo que me recuerdas —Sonrió acercándose a él.

—Así que tú eres la persona detrás de esos mensajes.

—Mira, que inteligente resultaste ser —Rio delicadamente.

—¿Qué diablos es lo que quieres? —Estaba comenzando a irritarse.

—Vamos, Thomas, no seas mal educado. Podríamos tener una cálida plática juntos —Dijo mientras acariciaba las puntas de su cabello.

—La última vez que nos vimos te dije que no quería volver a saber nada de ti.

—Bueno, nada es perfecto en esta vida, Tommy.

—No me digas así, sabes que lo odio.

—Y tú sabes que amo cuando te enojas.

—Será mejor que me vaya. Eres imposible de tratar.

—¡Espera! —Lo tomó del brazo—. Debo decirte algo.

—¡Habla de una buena vez!

Stefanie soltó el brazo de Thomas. Se alejó un poco de él y se mordió el labio.

—Tu esposa te ha estado engañando todo este tiempo —Soltó como si nada.

—Eso no es cierto —Dijo no muy convencido.

—Claro que lo es —Relamió sus labios—. Incluso Max no es tu hijo.

Thomas sintió como si lo hubieran golpeado. Eso no podía ser verdad, confiaba plenamente en ella en ese sentido. No podía estarlo engañando como un estúpido.

—¡Todo lo que estás diciendo es mentira! —Levantó la voz con furia.

—¡No lo es! ¡Te ha engañado desde el principio y tengo pruebas!

Se quedó pasmado. ¿Pruebas? ¿Cómo? ¿A qué se refería?

—Si después de ver esto no me crees, no sé qué es lo que quieres.

Stefanie sacó varias fotografías de su bolsa. Karianna estaba con otro chico, al parecer de su edad, en un café, tomados de la mano, en un parque, entrando a un departamento.

Cada fotografía que veía era como un cubetazo de agua helada para él. No podía ser cierto. Karianna no podía ser de ese tipo de mujeres.

—¡Esas fotos son falsas! —Gritó Thomas con ira—. ¡Eres una enferma que jamás pudo superar que no llegaríamos a nada! ¡Karianna jamás haría algo como eso! ¡Ella no es así!

—¡Claro que no! ¡Ella lo planeó todo desde el principio! ¡Su objetivo siempre fuiste tú! ¡Sólo busca tu fama y tu dinero!

—¡Estás loca!

—¡Si eso quieres creer, adelante! ¡Estás en todo tu derecho de no querer abrir los ojos!

—¡Déjame en paz, maldita sea! ¡No quiero que me vuelvas a buscar!

Thomas corrió hasta su auto y condujo a toda velocidad de regreso a Munich. No tenía idea de que es lo que iba a hacer cuando la tuviera enfrente. Se negaba a creer lo que Stefanie acaba de decirle.

Aproximadamente a las 8:30 PM, Thomas llegó a su casa. Abrió la puerta principal y se desplomó en el primer sillón que vio.

—Thomas, amor, ¿dónde estabas? —Dijo Karianna al verlo.

—No te importa —Respondió totalmente indiferente.

—Claro que me importa —Le acarició la barbilla—. ¿Estás bien? —Le cuestionó angustiada.

—¡Déjame solo! ¡No quiero verte!

—Thomas, por favor, ¿qué sucede? —Preguntó casi llorando

—¡No me molestes! ¡Aléjate de mí!

Tomó nuevamente las llaves del auto y salió de la casa sabría Dios a dónde.

Karianna por la ventana lo observó irse. Mientras se limpiaba las lágrimas del rostro, sabía que su matrimonio había llegado a su fin.

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They Don't Know About Us (Thomas Müller)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora