El camino del afecto en un tagete.

263 67 21
                                    

—Wow...

Dave acababa de entrar a la tienda al cabo de tres días en los que Connie había estado pintando las paredes completamente blancas. La futura tienda comenzaba a tomar forma, solo faltaba una pared de pintar y la chica estaba sobre una escalera retocando las vigas de metal.

—Tal y como me dijiste, todo blanco. —Dijo Connie mirando hacia abajo a Dave quien observaba embobado como el lugar dejaba de ser un basural olor a muerto.

—Está quedando estupendo... —dijo el hombre acercándose a los muros.

Connie había comenzado a arreglar al lugar hace tres días. Al entrar y ver lo limpio que lo habían dejado lo hermanos Walker se vio mucho mas inspirada, y junto a Dave comenzaron a tapar todos los agujeros y relieves de los muros, para dejar superficies limpias y lisas. Luego lijaron los muros, y mas tarde dejaron todo en manos de Connie. Si bien las vigas del techo aun estaban algo oxidadas, Connie no dejó pasar más tiempo y comenzó con las paredes interiores. Primero aquella de la entrada, aquella donde estaba la puerta de madera apolillada y la ventana que daban al frente de la calle. Luego siguió con el muro donde iría el campo de tulipanes, y finalmente con el muro de la parte trasera de la tienda, donde estaría ubicada el lugar de pago, y el lugar de atención de los clientes.

Tres días pintando las paredes blancas y subiendo y bajando de las escaleras. Connie era dedicada en lo que hacía, y no era simplemente por el hecho de amar el arte, era por el hecho de amar a los hermanos Walker.

—Agárralo del otro lado Dave.

—¿Dónde quieres que lo agarre?

—¡Del otro lado!

Los hermanos Walker tenían 18 y 28 años. Dave aun no tenia marcadas las entradas en la frente e Ian aun no estaba totalmente jodido por su en ese entonces novio.

—¡Hola! —dijo la chica en pijama al ver como Ian y Dave subían los muebles por las escaleras del edificio

Ambos hermanos se detuvieron entre su discusión para mirar hacia el costado y ver a la chica, que en ese tiempo tenía el cabello de colores un poco mas sobrios. Colores grises y negros adornaban su entonces melena, lo que hacía juego con sus ojeras, sus manos con pintura negra que no había limpiado por flojera, y algunos bien ocultos moretones por las caricias bruscas de su novio, o más bien golpes enmascarados en caricias en sus glúteos y hombros. Connie combinaba con todos los colores que la rodeaban, excepto con los que tenia dentro de ella, esos brillantes y vibrantes colores arcoíris que vestiría años después.

—¡Hola, nueva vecina! —dijo Dave alegre al ver a la chica.

Ian por otro lado solo los miró, como si sus actitudes positivas le hubieran asqueado, o más bien hecho ver que él era el único ahí al que comenzaba a importarle una mierda el positivismo y la alegría.

—Que genial, al fin tendremos vecinos después de mucho tiempo... —dijo la chica apoyada en la baranda viendo como los hermanos volvían a retomar la mudanza y seguían moviendo aquel enorme sofá por las escaleras.  —Me llamo Connie.

—Dave, y él es mi hermano menor; Ian —respondió Dave mientras comenzaban nuevamente a retomar su actividad. —¿Qué pasó con los anteriores? —preguntó.

—Ah, pues ellos se suicidaron a los días de llegar, según el plomero del piso dos, ese departamento tiene espíritus en él.

Ambos hermanos se detuvieron de golpe y miraron a la chica.

—Es broma, tranquilos, hubieran visto sus caras. —soltó Connie mientras que desde atrás de ella se abría la puerta de su departamento y salía su novio.

El Florista.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora