El brezo solitario.

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El solo flotaba, o más bien se hundía, no veía la diferencia, pero la sensación le era familiar, caía. Había estado así durante días, Satoshi ya no lograba sacarlo de la habitación, incluso Connie no era capaz de sacarle una palabra, si Ian era silencioso antes, ahora era un fantasma, solo giraba la almohada de vez en cuando, cuando las lágrimas empapaban uno de los lados.

El entierro de Dave fue rápido, simple, y vago, solo asistieron algunos maestros de donde solía trabajar, Leonora, Fló, Connie, la anciana de los perros; Linda, y la familia de góticos. Ian no lo hizo, se lo contaron, Satoshi lo hizo en su lugar, le comentó como había sido, ninguno de ellos le reprocho su ausencia, sabían muy bien que cuando Dave murió, también lo había hecho Ian.

Era tarde, casi las diez de la noche, Satoshi había llegado del trabajo y se encargaba de hacer la cena para Ian, si él no lo hacía lo más probable era que el chico muriera de inanición. Cuando entró a la habitación Ian no estaba, Satoshi llamó rápidamente a Connie, pero tampoco estaba con ella.

Ian se encontraba a salvo, al menos por el momento, estaba en un club cercano, iba por su segundo vaso de wiski, había perdido la costumbre, pero aún tenía aguante. El ardor recorrió su garganta casi acariciándolo como si lo extrañara, e Ian lo recibía como si fuera un viejo amigo pidiendo otro y otro hasta sucumbir por completo, sin embargo, esta vez no le traía colores, ni recuerdos, no le traía nada, el alcohol simplemente lo emborrachó.

—¿Por qué? —susurró mientras la música en alto sonaba. —No te veo Dave... —su voz embriagada hizo que el barman le intentara retirar el vaso aun a la mitad, pero Ian no lo dejó. —¡Hey! ¡Pagué por esto! —le gritó poniéndose de pie tambaleando en el proceso.

Sus ojos estaban dispersos, ni siquiera podía ver nítidamente al barman. Uno de los guardias se acercó entre la pista de baile solicitándole que saliera del club, pero Ian se negó, apuntaba la entrada del lugar diciendo que estaba esperando a su hermano, que en cualquier momento aparecería, pero no era cierto, era una mentira que Ian quería creerse mientras lloraba sin dejar de apuntar la puerta a lo lejos.

—Esperen un minuto, que ya entra... —repetía mientras reía apuntando en aquella dirección.

—Vamos, viejo debes dejar el club.

El guardia tomó del brazo al chico de ojos azules y lo intentó llevar, pero Ian reventó el vaso de wiski en la cabeza del hombre, provocando un escándalo mientras seguía gritando que Dave aparecería en cualquier momento, pero perdió el conocimiento a los segundos, entre luces de colores y un fondo negro Ian se desmayó en la pista de baile.

Cuando abrió sus ojos se vio tirado frente a la puerta de Satoshi, con el labio y la ceja rota escurriéndole sangre por el rostro, no podía moverse, al parecer paliza que le habían dado lo había dejado sin siquiera poder respirar bien. Sintió como la puerta frente a el se abrió, y Satoshi dio un salto hacia atrás.

—Ian...

El asiático se lanzó a ayudarlo, tratando de levantarlo, pero Ian se desplomó sobre el cuerpo de Sato. No se podía los brazos ni las piernas, las cuales dolían, los moretones hacían que dolieran, pero no era solo eso, sino su interior, eso era lo que estaba hecho trizas, no podía contenerse. Por un minuto Ian pensó que su garganta también había sido apaleada, pero no, solo ardía porque él no dejaba de gritar y llorar. El silencio que se había extendido estos últimos días se había destruido como un cristal.

—¿Tío?

Fló y Leonora habían llegado a verlos junto con Connie, iban a buscarlo por la mañana, pero Ian se había adelantado. Connie se acercó corriendo a ayudar a Sato a entrar a Ian, ya que algunos vecinos de los departamentos continuos comenzaron a salir a ver que sucedía. Fló estaba aterrada, pero Leonora la calmó diciéndole que Ian estaba bien, que se pondría mejor, pero ni siquiera ella sabía eso.

—Ian, Ian...—repetía Connie tratando de callarlo. —Estas asustando a Fló.

Pero el parecía no escuchar, todo lo estaba soltando de golpe, días de lamento en silencio, días de lloran en su interior, de sentirse solo. Satoshi solo lo abrazaba con fuerza, el grito ahogado de Ian en su pecho se mezclaba con el lamento interno de Connie, quien prontamente también comenzó a llorar. Connie sufría al ver a Ian de esa forma, como dolía que no estuviera Dave para ayudar. Ian no paraba de llamar por Dave como un niño pequeño en apuros que clama el nombre de su héroe; su hermano mayor, rompía el corazón de Sato mientras que el eco que se extendía por el pasillo llegaba hasta Leonora colándose entre sus huesos, con un calosfrío que la hizo sujetar con fuerza a Fló.

Ian no dejaba de decir que no podía seguir sin Dave, lo sentía en su ser, era un desastre, estaba solo, no era simple decir que la mayoría de los últimos días no se reconocía, era verdad, jamás fue un individuo sin su hermano, y ahora, todo salía a flote, era imperfecto aunque lo intentara, era bueno pero mentía, estaba roto y no era capaz de pedir ayuda, era un desastre pero uno amable, estaba solo casi siempre, era todo aquello mezclado como un arreglo floral al que nadie le importaba. Y lo peor de todo es que jamás pidió nada de eso, lo daría todo por reescribir otro final, y recuperar a ese niño que creía ser suficiente cuando Dave estaba cerca, quien le recordaba como luchar, pero todo se había ido con Dave, ya no quedaba nada, ni de él, ni de Dave.

El sabor a metal en la boca de Ian le recordó la paliza que le habían dado después de sacarlo del club, sentía el rostro tirante y los ojos resecos. Ian abrió los ojos a las horas, se había dormido después de llorar en brazos de Satoshi. Connie y los demás habían partido a sus casas, mientras que Sato había pedido el día libre y ahora se encontraba dándose una ducha. Se sentó lentamente en la cama y Sato entró a habitación inmediatamente. Se acercó cauteloso, Ian no lo miraba a los ojos, tenia parte del rostro hinchado, y un labio roto.

—Debemos ir al hospital para que te vean esas heridas.

—Estoy bien...—respondió sin mirar a Satoshi.

Sato no le llevó la contraria, simplemente se quedó sentado en el borde de la cama, no podía reconocer a Ian detrás de esa hinchazón en su rostro, y sin ella tampoco, le costaba imaginarse a Ian, no podía seguir lastimándose de esa forma, debía arreglar lo que tenia en su cabeza, pero en esa aparte Satoshi no podía interferir, nadie era capaz de arreglar los pensamientos de Ian excepto Dave.

—Debes ir a verlo...—soltó Sato. —Esta en el mismo lugar de tus padres, te hará bien.

Ian lo escuchó a lo lejos mientras Sato salía del departamento, iría por unas cosas a la farmacia y volvería en unos minutos. Ian lo pensó, o quizás no lo hizo y eso fue bueno, dejó de pensar y solo lo hizo, tomó un par de ropas, y aun sintiendo su cuerpo apaleado saco fuerzas de un lugar recóndito en su agujereada alma y salió del departamento.

El Florista.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora