Iba con capucha y lentes de sol, el trayecto se le hizo mas largo de lo usual, hasta que al fin pisó el césped frente a la lápida que ahora tenía impresa el nombre de Dave en ella, justo sobre el de sus padres. Ian Tenia las manos en los bolsillos, quería llorar, pero ya no tenía lágrimas. Simplemente se quedó de pie en silencio frente a la lápida, sin embargo, el olor a césped recién cortado por algún motivo le trajo recuerdos, no eran nítidos, solo pensamientos de que alguna vez había sentido el mismo olor de pequeño.
—Hoy no traje queque...
La voz de la anciana al lado de Ian lo sacó de sus pensamientos de imprevisto. Miró hacia el costado y ella estaba poniendo un ramo de azahares blancos sobre la tumba de su hijo.
—Te he vuelto a interrumpir, perdón mi intrusión.
—Está bien...
—¿Nos sentamos? —preguntó la anciana.
—No, estoy bien acá.
—Bien, entonces me quedaré a tu lado.
—¿Por qué?
—Porque lo necesitas.
La anciana se quedó en silencio mirando la lápida, no le tomó mucho tiempo en darse cuenta que la lápida tenía el nombre de otra persona que había fallecido hace unos días. No dijo nada, solo se quedó de pie al lado de Ian, quien parecía confundido por la actitud de la anciana.
Suspiró.
—Vamos a sentarnos. —dijo finamente el joven, mientras la anciana tomaba rumbo con él hacia la misma banca debajo de la sombra de un árbol.
Al llegar, desde la cartera de la mujer, Ian vio que sacaba un pan con queso, y lo partió por la mitad, ofreciéndole a Ian, quien lo aceptó por cordialidad.
—¿Cuánto tiempo ha pasado? —preguntó ella.
—Una semana y días. —respondió Ian.
—Fue ayer... —contestó ella, entendiendo a la perfección el dolor que sentía Ian.
—Si. —respondió él. —Fue ayer. —y nuevamente lagrimas afloraron por debajo de los lentes pero él se las limpio al instante.
Ian estaba cansado, no podía llorar más, no podía seguir llevando ese peso día tras día, y entonces recordó las palabras de la anciana a su lado la primera vez que se conocieron, ahora el dolor era indescriptible, Ian realmente pensaba que moriría, esperaba que fuera diferente, solo un pesar en todo tu cuerpo, para finalmente convertirlo en una punzada que al menos pudiera disimular, como lo había hecho por bastante tiempo con la punzada de sus padres.
—Soy Frances, por cierto...—dijo la anciana.
—Ian. —respondió este.
Ella asintió con una sonrisa amigable y sutil. Ian aun no se sacaba su capucha o sus lentes, pero lo hizo. La anciana ni siquiera se sorprendió.
—Solía recordarte más guapo. —soltó.
Ian respondió con una sonrisa fingida leve y casi imperceptible.
—¿Era tu hermano?
El nombre de Dave Walker Hardman impreso en la gris piedra le dio la pista a la anciana, además de la fecha de nacimiento.
—Si, murió en un accidente de tránsito, un conductor ebrio...
—Lo entiendo, y lo lamento. —la anciana miró hacia adelante a las lapidas a metros de ellos. —No quiero preguntar sobre que te pasó, todos tenemos nuestra forma de sobrellevar la muerte de un ser amado, solo te diré que ellos no desearían vernos como nos lastimamos...
Ian se giró a verla.
—Les costó mucho preocuparse por nosotros en vida, para que también lo hagan en muerte, no es la forma ideal de agradecerles. —se echó un trozó de pan a la boca y al finalizar de tragarlo siguió hablando. —Después de la muerte de Oliver, estuve cuatro días sin comer, mi esposo no lograba hacerme entrar en razón, incluso intenté quitarme la vida...
La declaración de la anciana mientras le mostraba sus muñecas cicatrizadas a Ian lo dejó perplejo.
—Es impresionante como nuestra mente se nubla, no vemos salida, yo no la veía.
—¿Cómo la hallaste? —preguntó Ian.
—Pues la busque, no era difícil encontrarla, lo difícil fue aceptar que una ves la encontramos no podemos volver atrás.
—¿A qué te refieres?
—No puedes volver a lamentar la muerte de tu ser amado, porque ahora debes honrarla.
Ian sintió como todo su ser comenzaba a llenarse nuevamente de sentimientos reprimidos, y antes de siquiera pensarlo las lagrimas afloraron nuevamente. La anciana llevó su mano suavemente a la mejilla de Ian, y lo miró a los ojos.
—La tormenta es pasajera, ninguna tormenta dura por siempre mi niño, debes saber que, aunque sientas que será eterna, no lo será, acabara, y también su dolor, y se convertirá en...
—En una punzada. —completó Ian.
La anciana sonrió.
—Nos dijimos cosas antes de que el muriera. —agregó Ian.
La anciana sonrió de regreso.
—Todos lo hacemos, es el cliché antes de la muerte, la advertencia que pasamos por alto, yo le dije cosas horrendas a mi hijo esa misma mañana antes de que partiera a su entrenamiento de futbol. Estaba tan obsesionada con que se convirtiera en el hijo perfecto, que no me di cuenta que quería que fuera perfecto para mí, mientras él se llenaba de penas, me culpe mucho tiempo, supuse que la pena que le había implantado en su corazón lo había matado.
—Yo pensé lo mismo por un momento, pensé que la pena de haber arruinado su sueño lo había matado. —contestó Ian secándose las lagrimas y tomando un trozo de pan y llevándoselo a la boca.
—Aceptar que no fue nuestra culpa es importante, nos libera, y nos permite avanzar hacia la nueva etapa, honrarlos.
Ian se sintió mejor, la voz y las palabras de Frances eran tan adecuadas que calmaron su pena por unos minutos, se sintió entendido, se sintió acompañado por alguien que conocía lo que pasaba en dentro suyo, y eso no lo había conseguido hace varios años.
—Honrarlos... —susurró Ian.
—Con estofado... —respondió la anciana sonriendo sin mirarlo.
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El Florista.
Teen Fiction「Terminada」La verdadera motivación detrás de esta historia es incierta. Quizás este justificado por el despido de Dave de la universidad, o de las ganas de hacer algo más que solo enseñarles a mocosos sin respeto en las aulas. Pero una cosa esta cla...