Dave estaba ido, tenía sangre inyectada en los ojos, sabia que estaba fuera de sí, que lo que había dicho estaba mal, pero no podía sentirse culpable, no podía dejar de sentir ese odio dentro de él aun cuando ya lo había descargado sobre alguien, como un tsunami implacable sobre su hermano. El positivismo de Dave se había contraído a tal nivel que ni siquiera agradeció el no haber muerto en el incendio o que su departamento fuera consumidos por las llamas, simplemente el egoísmo y el rencor tomaron lugar, como si por años hubiesen estado haciendo fila para su turno, y ahora que estaban ahí, no querían dejarlo hasta terminar su trabajo.
Caminó por las calles en la negrura de la noche, las farolas iluminaban lúgubremente los adoquines mientas las polillas revoloteaban cerca de la luz. Debajo de cada farola había un mástil en lo alto, con dos masetas de flores, peonias que estaban recién creciendo. Dave se detuvo a mirar a lo alto donde se encontraban las masetas y recordó que así de pequeñas eran las primeras que plantó con su madre en el jardín trasero de su casa cuando era pequeño.
—Solo sacas la planta de una maseta y la pones en otra con cuidado, pero con rapidez, para que la raíz no este mucho tiempo en contacto con el aire.
La madre de Dave y Ian era tan cuidadosa con las flores como con sus propios hijos. Dave amaba verla y aprender, mientras que Ian jugaba baloncesto con su padre al otro lado de la casa. Su madre tenia manos pequeñas, ojos azules y una hermosa sonrisa, además de un aura que te impregnaba de calma.
—¿Y si lo arruino?
—No hay nada que no se pueda restaurar Dave...
La madre le guió las manos al pequeño y tomó la planta con cuidado, traspasándola a otra maseta. Se sintió hermoso, tan hermoso que incluso el amanecer se opacaba ante la emoción que nacía en el pequeño Dave.
La sonrisa de su madre fue amplia, Dave jamás la olvido, incluso el día de hoy.
Las lágrimas afloraron mientras seguía sin rumbo, hasta que vio la hora en su celular, eran las tres de la mañana, no era de extrañar que no hubiera gente en las calles. Sin embargo, el recuerdo de su madre relegó nuevamente el rencor y el egoísmo a lo profundo, reluciendo poco a poco su antiguo yo, aquel que amaba a su hermano, aquel positivo y alegre Dave que aun en la adversidad era capaz de sonreír.
Quería descansar, y dormir, pero no quería volver a donde Ian, aun no podía verle a la cara, sentía vergüenza. Los ojos de Ian se dilataron cuando Dave pronuncio esas palabras, aquellos ojos azules se convirtieron en un yermo cubierto de nieve, y el había sido el culpable de que los ojos de Ian fueran así de fríos, quizás siempre lo fue pensó, pero descartó el pensamiento rápidamente, no quería estar triste, no quería culparse, porque alguien ya lo estaba haciendo en esos momento, todo gracias a él.
Sacó su billetera y su tarjeta de crédito, y arrendo una pieza en un hostal barato que había encontrado, ya que había recorrido varias cuadras durante horas.
Se recostó en la cama de la pequeña habitación y sin mas se quedó dormido. Pensó que no lo lograría, pero aun así lo hizo, y soñó con fuego, llamas, y humo. Soñó que dentro de todas esas llamas estaba Ian, pero él no podía alcanzarlo, lo intentaba, estiraba sus brazos con fuerza, pero Ian se alejaba más y más. Al girarse vio a Fló quien huía de él, no lo reconocía, se asustaba solo con ver el rostro de Dave y lloraba mientras y corría a brazos de Leonora. Volvió a girar y vio a Connie, quien se abrazaba a si misma ante el temor al ver los ojos de Dave.
Despertó de sobre saltó a las siente de la mañana. Aun sentía olor a humo y estaba sudado. Se sentó en la cama y la nostalgia lo inundo, sentía el rostro mojado, la mezcla entre sudor y lágrimas reflejaban la culpa y el arrepentimiento de lo que le había dicho a Ian. Tomó su celular y lo llamó de inmediato, pero este sonó apagado. El odio se dirigió ahora hacia el mismo, jamás había dicho tales palabras a su propio hermano, estaba tan decepcionado de si que no soportaba el hecho de no estar ya corriendo a verlo y disculparse.
Salió de la habitación rápidamente tratando de llamar nuevamente a Ian hasta que este respondió.
—Lo siento, lo siento, no sabes cuánto.
—"Lo se tranquilo, ¿Dónde estás?"
—Camino hacia donde ustedes, dormí en un hostal.
—"Hay un café camino al edificio de Sato, juntémonos ahí, Connie salió a comprar algo de ropa y Sato fue a trabajar"
—Okey, nos vemos, Ian... —Dave suspiró. —y lo lamento.
Ian colgó y Dave tomó rumbo rápidamente hacia el punto de encuentro. Su bien solo quería deshacerse de esa carga oscura que tenía, se sentía un poco mas aliviado ahora que había escuchado a su hermano y le había pedido perdón, sabía que solo debía abrazarlo, quería hacerlo, y disculparse otras veinte veces, o al menos eso quería, sin embargo, los sueños no se terminaban por cumplir a veces, incluso aquellos tan simples y fáciles de realizar.
Nadie lo vio, apareció de la nada como si lo hubieran puesto de pronto. Dave no tuvo la culpa, la cupa fue del ebrio chofer que se pasó la luz roja arrollando al hombre que cruzaba con prisa. Algunos concurrieron a socorrerlo, otros se quedaron pasmados al ver tal escena, otros llamaron a emergencias, pero el ya no estaba. Dave había desaparecido, ahora solo quedaba su cuerpo fracturado en la solera, y sus ojos perdidos mirando al cielo, como pequeños brotes de Nomeolvides. Ni siquiera supo que había ocurrido, simplemente se fue, no tuvo tiempo de pensar en nada, pero si lo hubiese hecho talvez hubiera sido pedirle perdón a Ian nuevamente, que no tomara esas ultimas horas como el ultimo recuerdo que tendría de él, que tomara otros, pero no las últimas horas.

ESTÁS LEYENDO
El Florista.
Teen Fiction「Terminada」La verdadera motivación detrás de esta historia es incierta. Quizás este justificado por el despido de Dave de la universidad, o de las ganas de hacer algo más que solo enseñarles a mocosos sin respeto en las aulas. Pero una cosa esta cla...