Solo eran figuras abstractas, sin olor, sin rostro, sin nada, solo siluetas entre la nada, así recordaba Ian estando lucido a sus padres, pero era diferente cuando el alcohol de alguna forma vertía colores en los matices oscuros de esos recuerdos. Era como si el alcohol atravesara un prisma, y finalmente pudiera ver lo que tenía en frente. A diferencia de Dave, Ian necesitaba del alcohol para ver a sus padres, y la ultima vez que lo había hecho había sido ya hace más de cinco años.
—No veo que me estés escuchando...
Satoshi estaba en lo correcto, Ian no lo estaba escuchando.
Estaban en el restobar a las once de la noche, llevaban unos días saliendo a almorzar o cenando en diferentes lugares. El asiático tenía una clara intención con el chico de ojos azules que estaba frente a él, sin embargo, este último aun no terminaba por caer a las palabras dulces de Sato, quien para él, solo era como los demás, lucia diferente, si, pero al fin y al cabo era como los otros, y aunque algo dentro de el le gritaba que simplemente se lanzara, no podía hacerlo, no cometería los mismos errores. Era joven, pero no idiota, lo idiota se había deshecho al mismo tiempo que su confianza, confianza hacia otros, y confianza en el mismo cada vez que intentaba no tomar nuevamente otra copa de alcohol.
Solo él y Dave sabían como Ian reaccionaba ante las gotas de esa droga pasando por su garganta. No era un espectáculo agradable de presenciar, no porque fuera violento, sino porque ambos sabían que Ian solo podía ver a sus padres cuando estaba ebrio, y la pena y nostalgia que quedaba cuando Ian dejaba de verlos era lo que Dave no quería presenciar en su hermano menor.
Era una secuela de la etapa del desapego imprevisto dijo la psicóloga, fue una respuesta acertada y bastante precisa. Recomendó terapias, pero ya sabemos cómo es Ian, llevado a su manera, sin preocuparse realmente por cosas "pasajeras" como suele decir. Ian frecuentaba guardare muchas cosas, tantas que le parecía costumbre el sentir el pecho hinchado y los hombros cargados. Dave era diferente, aunque él las dejaba ir, simplemente optaba por superarlas, pero su hermano menor no.
El menor de ojos azules era un socavón de pensamientos y emociones que se acumulaban unas arriba de otras, provocando que el chico no pudiera diferenciar en muchas ocasiones que era lo que le producía ese dolor en el pecho o ese cansancio.
—Estoy bien... —dijo Ian.
Al fin y al cabo, así era, Ian estaba bien, al igual que Dave, ambos estaban bien, aun en estas fechas. Aun en el aniversario de la muerte de sus padres.
Esa noche Ian volvió a casa. Se bajó del auto de Satoshi y vio como la tienda aún seguía abierta. Se acercó, pero no estaba Connie, solo Dave pintando los bordes internos de la puerta y la ventana.
—Hola.
—¡Hola! —dijo Dave alegre.
—¿Te queda mucho?
—No podía dormir, así que pensé en bajar a sacudir la mente.
Ian se acercó y se sentó en un balde de pintura que estaba cerrado.
—Pensé que pasarías la noche con Sato. —dijo Dave mientras seguía pintando.
Connie había hecho un trabajo maravilloso con los murales. Cada detalle de cada flor, cada color estaba tan meticulosamente cuidado que daba la ilusión de que te sumergías en esos campos de tulipanes, o en esas enredaderas de flores silvestres. Ambos murales estaban en los muros opuestos, mirándose entre sí, mientras que el muro opuesto a la entrada solo estaba blanco.
—¿No pondrás nada ahí? —Preguntó Ian apuntando la pared trasera blanca.
—Pretendo poner el nombre de la tienda, pero aún no logro pensar cual será.
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El Florista.
Teen Fiction「Terminada」La verdadera motivación detrás de esta historia es incierta. Quizás este justificado por el despido de Dave de la universidad, o de las ganas de hacer algo más que solo enseñarles a mocosos sin respeto en las aulas. Pero una cosa esta cla...