Fló veía televisión mientras Dave sacaba cuentas sobre la encimera de la cocina. Levantó la vista al ver a Ian llegar algo cansado, el viaje lo había agotado y también el desprenderse de gran parte de su incertidumbre.
—¿Comiste? —preguntó Dave.
—Si, un trozo de queque. —Ian sonrió, pero Dave no lo entendió.
—Te serviré almuerzo, siéntate.
Ian se sentó mientras saludaba a Fló con la mano desde lejos. Se sacó su cortaviento y lo dejó en el sillón más cercano. Miró sus manos y sintió que con ellas quizás, podría recuperar recuerdos, los necesitaba, porque quería dejar de seguir cayendo, ya se había cansado, no quería seguir cayendo sin hacer nada, y sin nada a lo que aferrarse. Sus pensamientos eran su peor arma, pero al menos ahora, Ian conservaba la esperanza de que aun quedaban cosas por hacer, por intentar.
—Dave...—dijo de pronto con tono suave mientras el chisporroteo de algo en la olla sonaba. —Gracias.
Dave se giró de golpe ante la sorpresiva gratitud de su hermano. Ian no lo miraba, solo estaba con sus brazos apoyado en la mesa esperando que la sensación de vulnerabilidad a la que se estaba exponiendo terminara. Dave volvió a girar a mirar su olla e Ian volvió a hablar.
—No digas nada...—agregó. —Solo... gracias.
Dave sonrió y le sirvió un plato de pastas a su hermano para luego pasar su mano por el cabello largo y revoltoso del menor, dejándolo comer solo mientras el se iba sentar al lado de Fló.
Dave sintió alivio, uno inexplicable, recordó a Leonora, por algo había estado con ella, porque solía aconsejar a Dave, y él sabía que allí encontraría no algo que quisiera oír, sino algo que debía oír, al fin y al cabo, Leonora era de esas personas, te decía la verdad aunque doliera, así era con aquellos que estimaba, y él sabía que incluso después de todo, el cariño que había existido siempre quedaría ahí, con una intensidad menor, pero quedaría.
Dave embozó una sonrisa y se mantuvo así por el resto de la tarde, vieron televisión con Fló mientras Ian dormía, pero no tardaron en unírsele, y Fló y Dave tomaron una siesta, hasta que Connie ingresó rauda al departamento.
—¡Salgan! ¡Salgan! —gritó entrando a las habitaciones donde los tres tomaban una siesta.
Todos se levantaron de golpe, no entendieron lo que sucedía hasta que el olor a humo les llegó a las narices. Connie tomó unas cosas de Fló, pues sabia donde la niña guardaba ropa y la tomó del brazo mientras Ian y Dave las seguían. Todo el edificio estaba lleno de humo, era casi imposible ver por donde pisaban. Llegaron al primer piso que era de donde provenía el olor y la nube gris y salieron por la parte trasera del edificio que daba a un callejón que estaba en el otro extremo de la cuadra.
Ian y Dave corrieron rodeando el lugar hasta llegar al frente del edificio. El humo emergía sin descanso, y provenía de directamente de la tienda de Dave.
—No...—susurró este.
Ian solo se quedó mirando sin poder reaccionar. Vio a bomberos llegar e intentar apagar el incendio, pero era impresionante como las llamas comenzaron a consumir su tienda y las demás del primer piso con riesgo de que el fuego se extendiera hacia los pisos superiores. No podían hacer nada más que mirar como sus hogares corrían el riesgo de carbonizarse por las llamas. Ian miró a su alrededor y vio a la anciana Linda con sus siete perros y a la familia gótica tan sorprendidos como ellos, mirando como las llamas intentaban aferrarse a los pisos superiores. Dave sintió por primera vez odio, tanto odio que incluso apagó la tristeza y la decepción, odio hacia quien fuera que hiciera eso.
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El Florista.
Teen Fiction「Terminada」La verdadera motivación detrás de esta historia es incierta. Quizás este justificado por el despido de Dave de la universidad, o de las ganas de hacer algo más que solo enseñarles a mocosos sin respeto en las aulas. Pero una cosa esta cla...