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Lo admito:

No hay mayor felicidad

que verte sonreír.

Mi día con Elizabeth no pudo haber acabado de una mejor manera. Los abrazos se estaban volviendo tan habituales entre nosotras, y era ella la de la iniciativa. Se preguntaran ¿por que me ilusiono con un simple abrazo? Me tardaría horas en describir lo que siento cuando me abraza, pero lo que sí les puedo decir es que me siento en las nubes con el más mínimo contacto que tengo con ella.

Esta noche

El insomnio sigue presente en mi porque no puedo dejar de darle vueltas a la intensidad con la que me miró hoy.

Sé que puede sonar de locos que ella siga en mí cabeza

Pero estoy segura que aún quedan muchos abrazos a su lado

Algún paseo nocturno en un parque, donde las dos  estemos sentadas en un banco a oscuras, para poder comernos a besos.

El tiempo es irrelevante cuando se trata de sentimientos;

No hay una hora para amar

no hay una hora para sentir

no hay una hora para decir te amo

No hay un hora para empezar a enamorarse

Martes

Elizabeth esperaba de nuevo por Harriet fuera de su departamento, estaba feliz por poder compartir otro día junto a ella. El día de ayer había sentido una vibra un tanto extraña; Tenía mucho de no sentirse así de feliz, libre, con tanta energía en su cuerpo y hace mucho que no reía tanto. Elizabeth no era fanática del contacto con las personas, pero cuando se trataba de Harriet era distinto, su pretexto era que le gustaba el olor de su perfume, pero lo que en realidad le gustaba era sentirla cerca, sentir que la podía proteger con un simple abrazo. Observó la pulsera que le regaló Harriet, pasó sus dedos por charm con la letra inicial de su nombre.

Levantó su vista para encontrarse con una Harriet sonriente e instantáneamente una sonrisa apareció en su rostro, la sonrisa de Harriet era contagiosa. Se acerco lentamente a Harriet y sintió la necesidad abrazarla. Y ninguna dijo nada, cada una sumergida en sus pensamientos; Harriet disfrutando cada segundo del contacto, le gustaba escuchar su corazón latir y Elizabeth disfrutando el olor tan peculiar de Harriet.

-¿Lista para el zoológico?-Susurró en su oído, no quería destruir el abrazo. En respuesta obtuvo un leve asentimiento por parte de Harriet. Lentamente deshizo el abrazo y la miró a los ojos.-Tu nariz está roja, Harriet.-Y presionó cariñosamente su nariz con su dedo índice y Harriet la arrugó un poco causando ternura en Elizabeth

-Casi no dormí...

-¿No te sientes bien, cierto?-Un bostezo fue lo que obtuvo.-Me pudiste mandar un mensaje. Porque tú ocupas descansar. Sabía que la caminata en la playa te iba afectar...Perdón.

-¿Qué? obviamente no, y no tienes que disculparte. Ayer fue un día muy divertido...-Se aclaró la garganta. 

-Lo mejor es que reposes... Podemos salir otro día.

-Pero no quiero quedarme sola en casa. ¿Qué tal si muero?

-Harriet...

-Elizabeth...

-Eres una muy mala chantajista.-Elizabeth tampoco tenía ganas de quedarse sola en casa, y no es que el zoológico fuera su lugar favorito, pero la compañía de Harriet se estaba volviendo su lugar favorito.-Tienes que descansar, yo... Puedo venir mañana.-A Harriet no le iba costar mucho convencerla. Esas mejillas teñidas de rojo por el frío, sus ojos brillosos por el cansancio y esa tímida sonrisa adornada por sus hoyuelos.

Your last love (SIN CORREGIR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora