Capitulo Treinta y cinco

261 21 13
                                    

<<Mingi>>

Después de volver al banquete y disfrutar de la comida, la enorme tarta de tres pisos, bailar, estar con nuestros hijos toca despedirnos viendo como a Honie le cuesta separarse de los trillizos, los mismos que están dormidos sin darse cuenta de que nos vamos y estarán bien siendo cuidados por mis suegros.

— Honie nos tenemos que ir o perderemos el avión —se pone al fin en pie —van a estar bien con tus padres y les llamaremos mañana ¿de acuerdo?

Con un pequeño asentimiento de cabeza consigo llevarle al coche conmigo, subir los dos, abrochar su cinturón cuando veo que no tiene intención de ello, despidiéndonos desde dentro de todos, girándome hacia mi tenso marido, limpiando las pequeñas lágrimas que escapan de sus preciosos ojos.

— Es difícil dejarles aunque solo sea una semana —su cabeza descansa sobre mi hombro —ya se que estarán bien con mis padres pero no puedo evitar sentirme ahora mismo así. Seguro que se me pasa cuando estemos en el avión o en Italia tal vez.

— Seguro que si —le abrazo, acomodándole entre mis brazos —no tienes que preocuparte.

El viaje hasta el aeropuerto es en cierto punto largo y cuando llegamos quedan algo más de veinte minutos para subir al avión, facturando antes nuestras maletas, lo cual por suerte nos permiten a pesar de llegar tan justos de tiempo. Entrelazando mi mano con la de Honie, sentados en un banco frente a la puerta de embarque, le miro, viendo como en su móvil tiene una foto de los trillizos.

— ¿Es de nuestra boda? —asiente —se han portado muy bien.

— No se parecen a ti —sus ojos se mantienen fijos en mi —ni a mi tampoco en eso. Nunca obedezco.

— No vas ha obedecer nunca si te dijese algo que hacer —me acerco un poco.

— Depende de lo que me pidas —casi se sienta sobre mis piernas —aún siento cierta molestia donde tu ya sabes asique espero que no sea eso hasta dentro de unas trece horas al menos.

— El vuelo dura once horas no trece.

— Once horas de vuelo, salir del aeropuerto, coger un taxi, llegar al lugar donde nos hospedaremos una semana y lo primero que haré seguramente será darme un baño calentito y relajante —roza mis labios con los suyos —al que estás invitado si te apetece.

Rompiendo la poca distancia entre nuestros labios atrapo los suyos, cerrando los ojos, profundizando la unión, el beso, teniendo que separarnos no mucho después cuando el aviso de nuestro vuelo suena, dirigiéndonos a la puerta de embarque, entregando nuestros billetes. Recorrer la pasarela hasta el avión me pone algo nervioso, siendo si mal no recuerdo la primera vez que voy a volar, agradeciendo no ir solo.

— Ahora el nervioso eres tu —abrocho mi cinturón —no va a pasar nada Mingi, confía en mi.

Aprieto su mano bajo la mia, sentándome mejor en el asiento cuando el avión empieza a despegar. Mirando a mi marido puedo notar la tranquilidad en él, y sin mirarle también siento como me transmite a través de nuestra unión esa sensación, manteniéndome sobre mi asiento sin perder el control de mi mismo.

Una vez pasa todo dejo escapar el poco aire que estaba reteniendo, aceptando con una sonrisa el beso de mi marido, de mi dulce y tranquilo Honie, que ahora descansa con su cabeza apoyada en mi hombro, con sus ojos cerrados y su respiración asegurándome que se ha dormido y continuará de la misma forma hasta que aterricemos.


Estirándome, viendo como Honie se despereza después de tantas horas dormido, salimos los últimos del avión, yendo directos a por nuestras maletas, las cuales por suerte no tardan en aparecer, pudiendo así irnos del aeropuerto y tomar un taxi con destino a nuestro lugar de hospedaje por una semana entera.

No es un juegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora