Capitulo Veintiocho

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<<Hongjoong>>

Después de despedirnos de nuestros amigos, de Yeosang y Seonghwa y de nuestros bebes y de dejarles las cosas claras sobre donde están los biberones, la leche, los pañales, ropa y demás hemos salido de casa, hemos esperado la única linea de autobús a esta hora porque no contamos con la edad para conducir todavía.

De esa forma es como hemos llegado al restaurante donde ahora nos encontramos, siendo llevados por el mismo hombre que nos ha recibido en la entrada ha una zona apartada, hasta el reservado que me ha sacado tanto una sonrisa como un suspiro al ver lo bonito que estaba todo, la iluminación suave, las velas, todo perfectamente preparado para nuestra primera de cena de aniversario.

— ¿Te gusta? —asiento aún sonriendo mirando a mi amor —¿quieres saber una cosa?

— Me da miedo lo que puedas decirme pero claro que quiero saberlo —entrelazo mis dedos a los suyos —¿qué es lo que quieres decirme?

— Me encanta verte sonreír Honie. Verte tranquilo, relajado, sonriente, siendo ese chico dispuesto a comerse el mundo en lugar de el mundo comerte a ti —su mano libre acaricia con mimo mi mejilla —ese omega que no dudaría en patearme el culo si cometo un error en contra de tus sentimientos como se que hice. Me gusta verte así olvidando, dejando a un lado toda la tensión que nos rodea la mayor parte del tiempo.

Sonrío si, porque en ningún momento desde que hemos llegado he sido capaz de dejar de hacerlo, pero también siento mi vista empañándose, humedeciéndose, mis mejillas empapadas, ardiendo por esas traviesas lágrimas que justo ahora deciden escapar, rompiendo un momento tan único y bonito, especial.

— Mi Honie no llores —alca mi cabeza con cuidado, limpiándome las lágrimas —hoy no es un día para que llores mi amor. Se que estás emocionado, feliz y yo también lo soy porque estoy contigo, es nuestro primer año de novios y nos vamos a casar. Además tenemos tres hijos preciosos. Hoy haremos un día especial no uno triste.

La cena no tarda en ser servida, soltando una carcajada algo avergonzado en cierto modo cuando mi estomago gruñe solicitando ya alimento, sintiendo alivio cuando pruebo la deliciosa carne que Mingi ha pedido para los dos ya que yo estaba indeciso.

— Está buenísimo Mingi —llevo otro pedazo de carne a mi boca.

Cenamos, conversamos sobre todo cuanto este año nos ha dado, recordando anécdotas y momentos que ninguno hemos olvidado, llegando así al postre que al parecer es una sorpresa que de nuevo me hace llorar como un idiota cuando frente a nosotros, entre los dos más bien apartando todo lo demás aparece una fuente en cascada de chocolate y a cada uno nos colocan un plato perfectamente puesto con fresas.

— No podías haber escogido mejor Mingi —muerdo un pedazo de fresa lleno de chocolate —es lo mejor de todo.

Llenando otra fresa de chocolate la acerco a sus labios, sonriendo cuando muerde. Atreviéndome al ver sus labios cubiertos de chocolate me acerco, uniendo los míos a los suyos en un beso lento que rápido pasa a más, siendo más intenso, profundo, perfecto sin importarnos más que la unión, nuestro amor.

— ¿Terminamos las fresas y nos vamos?

Asintiendo con la cabeza intento levantarme, siendo detenido por el brazo de Mingi rodeando mi cintura, acercándome incluso más a su cuerpo. Atrapando mis labios por unos segundos que me parecen minutos me quedo como estoy, apoyándome bien en su hombro, sentándome bien cuando con sus labios acerca una fresa a los míos, gimiendo por lo delicioso que sabe así.

Tanto el chocolate como las fresas desaparecen en cuestión de minutos, marchándonos una vez paga Mingi la cuenta sin dejarme aportar nada, sintiéndome algo mal por eso cuando salimos del restaurante, cuando me toma en brazos pillándome por sorpresa. Agarrándome fuerte a su cuerpo, apretando mis piernas en su cintura y mis brazos rodeando su cuello noto como camina hacia adelante, adentrándonos en calles a las que no presto atención, al menos hasta que se detiene rompiendo la unión de nuestros labios mirándome fijamente a los ojos, pisando suelo cuando cuidadosamente me baja.

— Voy a vendarte los ojos —le miro confundido —es una sorpresa mi amor. Confía en mi.

Confío en Mingi plenamente. No puedo aún así evitar tensarme por un momento cuando no veo absolutamente por la tela gruesa y oscura que me cubre perfectamente. Sus manos tomando las mías de forma segura, su voz pidiéndome seguirle, mis pies moviéndose con cierta dificultad al paso de los suyos. Así no se cuanto pasa hasta que vuelve a detenerse, colando sus dedos en el bolsillo de mi pantalón sacando esa llave que me ha mantenido intrigado tanto tiempo.

— ¿Puedo quitarme la venda ya?

— Aún no mi amor —escucho una puerta cerrarse —no te muevas de ahí.

Obedezco, sonriendo cuando un beso cae con suavidad en mis labios. Quedándome quieto donde estoy, sin tocar la venda aunque tenga ganas de ver ya lo que sea que Mingi esté preparando ahora, espero escuchando sus movimientos, pequeños chasquidos que no reconozco, sobresaltándome por un momento cuando sus manos acarician mi cintura, sus labios los míos sin llegar a besarme.

— Voy a quitarte la venda.

Parpadeo varias veces cuando la oscura venda ya no está interrumpiendo mi posibilidad de ver. Un gritito escapa de entre mis labios cuando veo todo cuanto hay frente a mi, sintiendo de nuevo mis ojos humedeciéndose, las ganas de llorar aguantándomelas sin escapar una sola lágrima de mis ojos.

El camino de velas y pétalos rojos quizá sea un poco cursi pero me encanta porque es algo que no me esperaría por parte de Mingi quien me espera frente a mi, avanzando entre todas esas velas y esos pétalos de rosa hasta llegar a él, acariciando su cuello con mis manos, fundiéndome en sus labios, siendo uno solo cuando de nuevo me engancho a su cintura cayendo con cuidado sobre el colchón que también está cubierto de pétalos rojos, sonriendo, viendo a mi perfecto alfa mirarme también, correspondiendo mi sonrisa, mis besos, acariciando mi rostro con todo el mimo que es capaz de darme, volviendo a fundirnos en el otro con la unión de nuestros labios, separando mis piernas, acogiéndole sobre mi cuerpo aún vestidos, enredando mis dedos en su pelo, besándole con más hambre, más fuerza, menos deseo de dejar de sentirle de esta forma. Ni de ninguna porque hoy y siempre seré unicamente de Song Mingi.

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Maratón aniversario parte 2

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