CAPÍTULO 3

37 9 33
                                    

Pasaron alrededor de 40 minutos,desde que Daniel se fue, yo sólo preparaba algo para cenar.

El timbre sonó, al abrir me encontré con esa sonrisa que odiaba, pero a la vez me agradaba.

—Hola ¿Puedo pasar?—.

—Hola, te diría que no pero tampoco quiero que después me reclames que no te deje entrar y me demandes así que ante la duda, puedes pasar—.

—Estas graciosa hoy—. Exclamó con sarcasmo.

—Si esto te resulta gracioso te puedes ir—.

—No seas así, sabes que no me molesta ya aprendí que es tu forma de ser y me acostumbraré a ella—.

—Esta bien si es lo que realmente quieres—.

El paso y cerró la puerta, nos dirigimos a la cocina donde ya estaba la comida servida.

—¿Tú hiciste esto?—.

—Si, ¿Por qué?—.

—Porque está realmente sabroso, pensé que tu comida sabría igual de amarga que tu—.

—Jaja muy gracioso, realmente me hiciste reír, ahora come que se te va a enfriar—.

Luego de comer yo decidí mostrarle la habitación que ahora "sería de él", esta se encontraba sólo a unos pasos de la mía, era la de huéspedes pero nunca había sido usada.

—Aquí tienes toallas y todo lo que necesitas para higienizarte, en ese armario hay mantas por si tienes frío—.

—Gracias, una pregunta ¿Tú habitación es la que está junto a esta?—.

—Si ¿Por qué?—.

—Por nada, que descanses—.

—Gracias igualmente—.

Salí de esa habitación dirigiéndome a la mía todavía con la duda de por qué me había preguntado eso Daniel.

Me cambié y me puse mi pijama, me dirigí a mi cama y me recosté en ella, últimamente no podía dormir muy bien, por el simple hecho de que quieren matarme, pero ahora sabiendo que había otra persona conmigo me permitía conciliar el sueño adecuadamente.

Por mi cabeza rondaba tantas preguntas, algunas de ellas eran ¿Como me conocía? ¿Qué pasado compartimos? ¿Por qué le tengo confianza? ¿Cómo fue que dejé que entrara un extraño a mi casa? Eso ya no importaba ahora, lo hecho, hecho esta.

3 a.m:

No soy de moverme mucho cuando duermo, pero me sentía incómoda, por alguna razón sentía como alguien me estaba abrazando, me resultó raro y claro que si sabiendo que siempre duermo sola, el hecho de sentir a otra persona me asustaba.

Decidí darme vuelta, encontrándome el rostro de Daniel quien dormía cómodamente en mi cama, abrazado a mi.

Decidí moverme un poco para poder despertarlo y echarlo de mi habitación.

—Quedate quieta, quiero dormir—. Dijo todavía dormido

—Sabes yo también quiero dormir pero no puedo porque hay un extraño en mi habitación, en mi cama en este preciso momento, no se si te resulta conocido—. Expresé con sarcasmo notable.

—Puede ser—.

Luego de eso me apegó más a su cuerpo, quedando cara a cara, abrió un poco sus ojos y se dedicó a observarme.

—Basta sabes que odio que hagas eso—.

—No entiendo que te molesta yo sólo aprecio la belleza cuando la tengo delante de mis ojos, esta bien si no te gusta no lo haré pero tampoco te prometo nada, ahora vamos a dormir—.

Pesadilla sin retorno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora