*1*

1.2K 99 95
                                    

By Tom:

Me perdí en aquel callejón... sin nadie que me ayudara a sobrevivir, viviendo a base de la comida que encontraba en la basura o de las ratas que lograba atrapar.

No extrañaba a mi familia, pero ¿me estarían buscaban o solo se habrían olvidado de mí?

Seguro ni se enteraron que desaparecí, no soy lo suficientemente importante como para que me busquen.

Me dolía todo, si seguía a este paso no iba a durar mucho, no estaba acostumbrado a la vida en la calle.

"Me han mimado demasiado" —pensé.

Todas las personas con las que me cruzaba me ignoraban como si tuviera la peste o la rabia. Así es como está el mundo...ni siquiera se detienen a ayudar a un ser que está sufriendo...a una pobre alma que le queda poco de vida.

Estaba nevando, sentía como la escarcha me cubría poco a poco, necesitaba un lugar donde resguardarme sino moriría.

Crucé la calle dirigiéndome hacia el porche de una cafetería en donde encontré resguardo.

A mi lado, sentado, estaba un señor gordo, los típicos que la camisa les queda tan pequeñas y apretadas que se les sale la panza, el muy desgraciado estaba zampándose un MC Donald.

"Joder, que hambre".

Traté de ponerle mi mejor cara de pena para ver si me daba algún trozo, aunque sea un mísero tomate...me ignoró...olímpicamente me ignoró...como todos.

Tranquilamente podría morderle la pierna hasta que soltara el pan...hmm, mejor no, capaz que me golpeara y eso era lo último que quería. Aunque estaba bastante acostumbrado.

El tiempo pasaba, las personas salían y entraban al recinto, sentía un hueco en el estómago, como si me estuviera comiendo yo mismo por dentro.

Observé como unas piernas se paraban frente a mí.

—¡Mira mamá, un perrito!

Entonces sentí como dos manitas me cogían y me abrazaban.

Quería que este momento durara para siempre, desde que era un simple cachorro soñé con un afecto que jamás llegaba por parte de mi dueño el cual estaba más pendiente en entrenarme para peleas que darme el cariño que veía en las cajas cuadradas, en donde el perrito siempre es el más adorado de la casa...mentira.

Y allí estaba en brazos de un completo desconocido...el único que se había dignado a verme y a acariciarme.

—Cariño, ten cuidado, no vaya a ser que te muerda.

"Hum, típico"

—Viste que lindo mami, ¿nos lo podemos quedar?

Escuchar aquella vocecita decir esas palabras me dió un rayito de esperanza, a lo mejor no iba a morir hoy. Me giré y miré a los ojos al humano que me tenía cargado. Era un niñito y tenía la cara más adorable que había visto en mi corta vida. Me miraba con ternura y a la vez con miedo como si supiera cual sería mi destino sino ayudaba.

—Mi vida sabes que no podemos tener perros y menos de las calles —le respondió la señora que lo acompañaba...me caía mal.

—¿Por qué no? Te prometo que lo voy a cuidar, lo sacaré a pasear, lo alimentaré y nunca le va a faltar cariño. Porfa —le suplicó mi futuro dueño.

Su mamá se puso a la altura del pequeño, me tocó la cabeza y lo miró con ojos tristes.

—Sabes que en nuestro apartamento no podemos tener perros Bill.

Feel Lost Donde viven las historias. Descúbrelo ahora