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By Thomas:


Todavía tenía ligeros indicios del pequeño shock que tuve al darme cuenta de lo que pasó con mi cuerpo. Miré asombrado los brazos y piernas que ahora me pertenecían. Abría y cerraba los dedos de los pies constantemente mientras se me escapaban pequeñas risas de incredulidad.

En más de una ocasión las enfermeras y los doctores se me quedaban mirando, preguntándome constantemente si me sentía bien o porque me reía tanto, seguro pensaban que me habían quedado secuelas.

Todos decían que era un milagro que consiguiera despertar después de tanto tiempo y yo nada más los miraba expectantes, sin poder creer que me estuvieran hablando como uno de ellos, tendría que comenzar a acostumbrarme.

Solo me dejaban bajar de la cama para poder ir al baño. Al entrar en este y percatarme del bidé supe que tenía un pequeño problema, por lo que a mi pesar le pedí ayuda al doctor Listing poniendo la ridícula excusa de no recordar cómo era que se expulsaba el líquido.

El doctor me sacó los colores cuando después de ayudarme entre risas daba suaves golpes a mi espalda diciendo que no tendría problema en conseguir novia, fue una experiencia traumante.

Eran muy amables conmigo y había unas enfermeras bastante lindas.

Se me hacía raro mirarme al espejo y ver la persona que era, unas rastas rubias caían en mis hombros, tenía los ojos de un color almendrado con pestañas bastante largas, un lunar sobresalía en la mejilla derecha y mi labio inferior era más carnoso que el superior, modestia aparte, era hermoso, me enamoré de mí mismo.

El sonido de la puerta abriéndose hizo que volviera a la realidad, era Tina, la enfermera asignada a cuidarme, la primera vez que la vi me sorprendió que fuera tan joven.

—¿Qué tal Thomas? ¿Te sientes bien?

—Como abeja en un prado de flores —le sonreí.

—Me alegro —se acercó y comenzó a colocar la liga para poder sacarme sangre.

—¿Otra vez me tienen que pinchar? —odiaba las agujas.

—Hay que hacerte más pruebas, es por tu bien —dijo preparando la aguja.

Cerré los ojos y aparté la vista esperando el dolor.

—¿Con lo grande que estas y todavía le tienes miedo a las agujas? —soltó de forma burlona.

—Le tendré miedo de por vida.

Apreté los ojos cuando sentí el pinchazo, giré la cabeza y miré a la enfermera.

—Tina, ¿cuantos años tengo?

—Según tu historia clínica tienes diecisiete.

Asentí y tomé una bocanada de aire.

Habían pasado solo una semana desde que desperté y aún no sabía nada de mi nueva vida. El doctor Listing no quería saciar mis dudas, decía que no le correspondía a él. Nadie había ido a visitarme, ni siquiera ningún pariente, esto me llevó a pensar en más de una ocasión que a lo mejor no tenía familia.

—¡Thomas!

—Eh

—Andas en la luna.

—Lo siento, estaba pensando.

—¿En qué? —me miró con curiosidad.

Dudé en decirle, no me gustaba que las personas supieran como me sentía, pero la verdad, no tenía nada que perder, en cuanto saliera del hospital no la vería más nunca.

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