Capítulo 4

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Sadie:

Madrugamos el Sábado, nuestro vuelo sale a las siete en punto de la mañana.  Tenemos que estar dos horas antes, así que mi abuelita se encargó de despertarnos a las tres y media. Tenía café hecho y unos huevos estrellados como desayuno. La abuelita no nos acompaña al aeropuerto, pues sería muy difícil para ella regresarse solita, así que nos acompaña solamente hasta la puerta.

Hace un frío de los mil demonios, tanto que además de mi chaqueta, tengo puesto una bufanda y guantes.  Me los quito a medida que avanzamos en el papeleo. En el aeropuerto no está haciendo tanto frío.

—¿quieren algo?— pregunta Dean cuando Ingrid y yo nos acomodamos en las sillas de la sala de espera.

—no, gracias— decimos las dos al mismo tiempo. Saco un libro de mi bolso de mano y me acurruco en el hombro de mi hermana para poder leer con comodidad.

Le he agarrado más gusto a la lectura desde que vine a estudiar. Antes solo leía de vez en cuando, cuando me apetecía, ahora me siento como Sophia... Sophia. De cierto modo, también la extraño, y a Laura también... ¡Y Jaeden! Extraño todo.

—¿está bueno?— pregunta Ingrid. Asiento.

Lo leí por recomendación de Sophia, y la verdad es que la Historia de Max y Budo me hace sentir... No sé lo que me hace sentir ¿ternura?, los dos son tan tiernos cuidándose el uno al otro.

Después de mucha espera, los altavoces del aeropuerto suenan y anuncian nuestro vuelo. Guardo el libro, agarro mi maleta y comienzo a caminar al lado de mi hermana, que sigue a Dean. Subimos al avión, y una de las azafatas nos ayuda a buscar nuestro asientos.

—me encanta como se ven con sus pulcros uniformes, y con su moño perfectamente realizado— comenta mi hermana.

A mi también me parece que el uniforme de las azafatas es de lo más bonito, y lo es aún más cuando llevan su capa encima. 

Al poco tiempo de haber despegado, Dean e Ingrid ya estaban de lo más profundos. A mí la lectura me tenía súper enganchada.

(...)

A eso de las nueve de la mañana nos ofrecen desayuno. Dean e Ingrid se despiertan para consumirlo. Yo tengo los ojos hinchados y rojos de tanto llorar.

—gracias— dice mi hermana cuando recibe su café— ¿por qué lloras?— me pregunta cuando recibo el mío.

—el final de memorias de un amigo imaginario no fue lo que yo esperaba, me ha roto el corazón— los ojos se me hacen agua al recordarlo. No debía terminar así. No.

Mientras desayunamos le cuento a mi hermana todos los detalles y muertes que posee ese maravilloso libro y que me han roto el corazón.

Nos faltan más o menos cuatro o cinco horas más de viaje, y mi trasero está palpitando del dolor. Me muevo de un lado a otro, hasta que encuentro la posición perfecta y mientras mi hermana prende la pantalla, yo me quedo dormida poco a poco

Juntos. (Fadie) #2 ✔ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora