EPÍLOGO

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Se despertó con el sonido de su grito ahogado, su cuello le tensaba y quemaba por ello. Se puso las manos temblosas en la boca mientras intentaba calmarse, aún con la boca abierta y vibrante.

Otra vez la misma pesadilla
Tenía la cara pálida empapada de sudor y lágrimas, por más que pasasen los años no cesaban, seguía teniendo el mismo impacto en él cada vez que las tenía. La intensidad y nitidez de lo que veía nunca bajaba, siempre igual de real, siempre los mismos tonos de luz, siempre la misma mirada perdida, siempre los mismos gritos terroríficos.

Siempre la misma sangre burdeos.

Apretó fuerte los ojos intentando borrar las imágenes que tenía clavadas a fuego detrás de la retina, pero solo conseguía volver a reproducirlas una y otra vez. Nunca apretaba el gatillo, nunca le volvía a besar, nunca llegaba antes que él.

Nunca conseguía alcanzarla.

Giró la cabeza buscando algo y lo único que pudo  contemplar era el otro lado de la cama vacío y helado.
Su mano se resbalaba de la punta de sus dedos repetidamente sin poder evitarlo. Ese momento siempre pasaba despacio, terriblemente despacio, angustiándole e incrementando su impotencia cada vez que el calor de su mano tocaba la suya por última vez acelerando más y más su pulso.

Y su cuerpo volvía a caer bajo sus pies.

Sacudió la cabeza y bostezó a la vez que se incorporaba estirando bien los brazos. Una pequeña y suave bola peluda subió de un salto a la cama empezando a ronronear por su torso desnudo y él acercó una mano para acariciarle cariñosamente mientras movía la cola.

-“Hey, buenos días Moriarty, ¿Te he despertado?”-

El gato empezó a maullar y lamer sus patas delanteras, estirándose ante él para disfrutar de las caricias de su dueño.

Shinichi giró la cabeza para comprobar la hora y apartó suavemente al gato para salir de la cama.

-“Deberíamos levantarnos ya, hoy va a ser un día largo.”- Se dirigió a Moriarty a la vez que cogía una muda limpia y se metía en el baño para asearse.

Salió de casa treinta minutos más tarde, asegurándose de llevarlo todo ya que no volvería hasta la noche. Sacó las llaves de su chaquetilla y entró en el coche después de dejarlo todo en el maletero.

Para lo temprano que era, el trafico era bastante malo y eso solo conseguía que su cabeza pudiese jugar con él con más facilidad cada vez que se cerraba en sus pensamientos.

También recuera la sangre que no paraba de anegar por su boca antes de perder el conocimiento.

El semáforo volvió al verde y él reanudó el trayecto. Decidió parar a buscar otro café antes de que llegase a su destino, lo necesitaba. Entró a una cafetería próxima y saludo amablemente a la dependienta antes de pedir, recogió la bebida y salió soplando el café para no quemarse.

-“¿Kudo?”-

Shinichi paró al reconocer la voz y levantó su mirada para confirmar quien era.

-“Ran.”-

-“Cuanto tiempo, ¿Cómo estás?”-Dijo la joven morena mandándole una sonrisa amable.

Iba acompañada de un niño de unos siete años, que le miraba con plena confusión sin reconocerle, moreno como ella pero con la tez muy blanca. Ella en cambio apenas parecía haber cambiado, se había cortado el pelo un par de palmos y su cara marcaba alguna marca del cansancio de los años y madurez pero por lo demás seguía siendo una chica muy atractiva.

-“Si, Bien.”-Dijo secamente sin saber bien que decirle, aunque sería alguien importante en su vida siempre, en esos momentos le incomodaba la conversación. -“¿Es tu hijo?”-Preguntó indicando al niño, que entrecerró más los ojos al ser nombrado.

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