REPRIMIDA-PROLOGO

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PRÓLOGO

Crecí en una hermosa hacienda cultivadora de cacao y productora del más fino chocolate de toda francia, está hermosa y basta propiedad ubicada a las afueras del hermoso pueblo de Santa Lucía, era sin duda un lugar magestuoso, mi nombre es Serena y soy la tercera de cinco hermanos, Haruka, mi hermano mayor, seguido de Andrew, los dos varones de la familia, educados para llevar las riendas del negocio familiar; seguía Serena que es mi persona, Mina y por ultimo Ami, mi hermanita menor y diferente, no es que tenga algo malo, no, es solo que su cabellera no es rubia como los demás, es la única que saco el negro cabello azabache de mi padre, Don Kenji Tsukino, terrateniente o como muchos dirían gran hacendado, perteneciente al círculo de la crema innata de aquel pueblo, hombre conservador, machista y posesivo que siempre ha creído que las mujeres solo deben dedicarse al hogar o que si estudia debe ser solo para ser educadoras, dicen que realmente el sexo femenino tiene talento para enseñar y preservar los valores éticos y morales en la familia.

Mi madre Ikuko de Tsukino, por otro lado, una dama sumisa, temerosa de mi padre, prestante dama de la sociedad francesa, y de la pequeña sociedad de Santa Lucía, nacida en París y criada por unos padres prestante de la ciudad, totalmente conservadores que habían hecho de ella una mujer que se escandalizaba con facilidad ante el solo mencionar de la palabra pene o incluso vagina, razón por la cual se refería a sus partes como "el tesorito" jajajaja, en fin, esta educación sin duda era la causante de que mi padre y ella sólo tuvieran relaciones de noche y con la habitación en total oscuridad.

Yo, al igual que mis hermanas, aunque fui criada por ellos, es decir de la misma manera, conservadora, con los mismos valores, vistiendo ropas hasta mucho después de las rodillas, por aquello de que el diablo es puerco y a la tentación había que alejarla, nunca estuve conforme con esa vida, me sentía prisionera de mis vestiduras, de mi propio cuerpo, por las noches sentía como la sangre me quemaba, era como si algo estuviera dentro de mi, peleando por salir; un día como cualquier otro, el socio de mi padre, Alan Chiba, un hombre de mundo que vivía en la ciudad de París, llamó a mi padre para pedirle que le diera a una de sus hijas por esposa a su hijo mayor, pues ya estaba cansado de verlo llevar relaciones efímeras con las interesadas francesas que no tenian ningún amor por la vida familiar con las que estaba acostumbrado a salir, al parecer el hombre deseaba más que nada un nieto con urgencia y aplacar la fama de don Juan de su hijo; el hombre había fijado sus ojos en las hijas de Don Kenji por ser estas educadas muy a la antigua, es decir, sumisas, obedientes y algo inocentes, mujeres que en su carácter tranquilo brindarian un poco de complemento a su casquivano hijo; El día en que ese hombre piso la hacienda por primera vez en compañía de sus hijos, y que él, el mayor de sus hijos en especial cruzó su mirada a la mía, supe que mi vida nunca volvería a ser igual.

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