capítulo tres

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Ludovica

—¡Ustedes deberían haberla visto! —se rió Eze de una manera completamente exagerada. Con una sonrisa porque la situación me causaba gracia, me tiré para atrás de brazos cruzados. Sabía que no tenía posibilidades de defenderme o no hasta que paren— Era un manojo de nervios antes de salir y me puteó unas cuántas veces..., pero vio a todos y se transformó.

Rodé mis ojos negando, pero nada podía hacer porque Sara afirmaba la historia de Ezequiel con mucha efusividad, ni siquiera sabía porqué si ella no estaba. Toda mi familia se reía.

Estábamos en una cena post show, mi hermana había preparado empanadas ya que sabía que íbamos a volver tarde como para tener oportunidad de preparar o comprar algo a esta hora. Todos fueron a verme pero solo Eze estuvo en presencia de mi reencuentro con Mateo y sus amigos, por lo que no dudó en contar todo lo que pasó cuando nos acomodamos.

—Ella es una De Franco con todas las letras, mi hermana es muy capaz de hacer eso ¡Plantándose como si no te afectara! —enfatizó con ánimos de orgullo Anahí. Volví a rodar mis ojos por su exageración y más cuando se levantó para darme la mano— Orgullosa de vos.

—Deberías tener orgullo de mi presentación, de mi carrera... ¡De algo más productivo! —me quejé riendo, haciendo que todos lo hagan también.

—¿Y cómo está Pache, mi amor? —preguntó mamá volviendo al comedor, ya que había ido a acostar a Antonio e Irina que apenas pudieron comer algo del sueño que tenían— Llegamos para ver un poco de su presentación y fue hermoso..., como siempre.

—Si alguien no supera al novio de mi hermana es mi mamá, más que ella incluso —le comentó Khal a Sara quien estaba muy concentrada en comer la empanada, parecía fascinada. En respuesta a mi hermano rió y se alejó un poco del ente hormonal en el que se había convertido.

—Ya lo creo, está muy bueno y se ve difícil de superar.

—Sí es verdad, hay que admitir que ya no es el adolescente que venía a casa muerto por Ludo. Creció.

—Eso es porque no lo viste Veri, la cara se le transformó cuando la vio —le contestó Eze. No sé porqué seguían hablando del tema.

—¡Mentira! No te creas. Él parece muy estable con Renata y la verdad que ella es un amor, la vi dos veces nada más pero me transmitió cosas buenas —defendí y rodé mis ojos cuando vi las muecas que él hacía ante mis palabras—. Estuve pocos meses con él y fue algo de pibitos inmaduros, nada más. Ahora díganme cómo me fue.

Todas las cosas que estaba diciendo Eze eran exageradas, no se podía decir que Mateo estaba atrás mío y seguía pensando en mí cuando estaba felizmente en una relación de noviazgo bastante larga..., y mucho más de la que nosotros estuvimos. No me pareció verlo incómodo, o sí pero lo normal, la situación tampoco lo era. Me pareció seguro de sí, estuvo muy concentrado en su novia, incluso solo me dio atención cuando me acerqué a saludarlo y no por mucho tiempo porque se empezó a reír de la nada y su novia lo respaldó, como si hubiera un código entre ellos que no entendí. Algo que era obvio.

Volver a verlo fue muy fuerte, hacía casi dos años que no lo hacíamos y siempre chocaba. Había veces que me colgaba pensando el porqué me marcó tanto siendo que estuvimos solo medio año y qué hubiera pasado en el caso que no me hubiera ido. Obviamente tampoco me torturo pensando.

Pero sí, sé que él nunca fue consciente de lo que transmitía a los demás. Era imposible que no llegue a un lugar y no te des vuelta para mirarlo, no solo por su altura, que era algo imponente, sino por la presencia de despreocupado ante la vida que carga. Es inmune a las miradas por cumplir todos los estereotipos que la sociedad de mierda impone, cada uno de ellos se refleja en él al punto que te replanteas si es real.

Entre versos y otros recuerdos | Segunda Parte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora