capítulo dieciocho

145 19 1
                                    

Pache

Siempre intenté no maquinarme con pensamientos innecesarios que no solucionarían los problemas que se me venían, pero esta vez esa lógica no estaría funcionando. Desde que Ludovica se fue de mi casa, no pude dejar de pensar un segundo en todas las posibilidades que teníamos, más allá que ella había expresado fuertemente que no quería tenerlo. Obviamente respetar su decisión era lo primero que debería hacer, aunque también estaba muy segura que nada tenía que ver conmigo.

Lo único que sabía, era que iba acompañarla en cualquiera sea su decisión y en lo que haga falta. Por eso estaba esperando impaciente que me avise a qué horario tenía que ir al ginecólogo.

Todo esto desembocó en Renata y el embarazo, estaba en la incertidumbre si tendría que contarle todo lo que estaba pasando o si debería esperar a que la cosa nazca únicamente para no complicar el embarazo. Al estar bastante avanzada, nos habían recomendado suma tranquilidad y cuidado sobre ella para que no sufra complicaciones, a causa de la falta de las no precauciones que habíamos tomado por no saberlo. La culpabilidad cada vez me carcomia más, era muy consciente que mi novia no se merecía ni un poco ser engañada y mucho menos, no saberlo.

Tampoco podía decir que me arrepentía de algo, porque estaría mintiendo. Solo que desde que me enteré que Ludovica estaba embarazada, caí en la realidad de lo que habíamos hecho semanas atrás y como consecuencia, le había metido los cuernos a Renata.

—¡Hey amor! —escuché su voz de fondo, pero no reaccioné hasta que me tocó. Salté del susto haciendo reír a todos, caí en mi realidad. Estábamos almorzando con su familia, su madre se había tomado unos días para venir después de enterarse de la noticia— Te re fuiste ¿Estás bien?

—Cabeza de padre responsable es eso... —dijo Fidel riéndose mientras tomaba su café obligatorio después de cada comida. Rena mordió su labio inferior como intentando combatir la emoción, se estaba conteniendo bastante para no chillar y mi brazo lo estaba sintiendo.

—¿Y qué van a hacer..., van a mudarse? —preguntó Gabriela llegando al comedor, se sentó al lado de su esposo y nos miró expectantes.

No habíamos tenido una conversación con respecto a eso, creo que la emoción por lo que estaba pasando era tanta que en ningún momento se nos cruzó por la cabeza detalles tan importantes como esos. Me removi incómodo sin saber qué decir, al igual que Rena, claramente a ninguno se le hacía hermoso el hecho de no prestar atención a cosas tan importantes. Respiré hondo para tomar valor y hacerme cargo de la situación.

—Todavía no lo sabemos bien...

—¿Cómo que no? —preguntó ella determinante, hice una mueca sin saber qué responder a su mirada amenazante— El bebé tiene que criarse en un ambiente familiar y cálido, no con un padre ausente que va y viene todo el tiempo.

—Gabi..., los chicos van a saber arreglarse —murmuró Fidel acariciando su brazo para calmarla. Más allá que haya expresado su felicidad por la noticia, dijo desde el momento uno que era un grave error para el crecimiento personal y profesional de su hija.

—Estamos intentando ir con calma má, obviamente Mateo no va a ser un padre ausente..., él no es así —contestó Rena con el mismo tono que su mamá. Ella no solía enojarse ni enfrentar a quienes la atacaban, pero lo estaban haciendo conmigo y su pequeña alma justiciera no iba a permitirlo—. Son muchas cosas que pensar y resolver, vamos de a poco.

—No te olvides que estás de cinco meses ya, no queda tanto tiempo para que te lo tomes a la ligera Renata.

Un golpe se escuchó en la punta de la mesa haciendo que todos nos distraigamos de la conversación. María José se había despertado en la mesa, era muy terca como para admitir que necesitaba una siesta entonces simplemente dormía sentada hasta que tuviera ganas. Al parecer había tenido un sueño que hizo que se golpeé la cabeza.

Entre versos y otros recuerdos | Segunda Parte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora