capitulo ocho

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Pache

Stefan estaba cubriendo absolutamente todo mi cuerpo adelante mío, mientras otros tres hombres de su misma contextura me rodeaban. Gritos se escuchaban por todos lados, cada tanto tenía que esquivar algún manotazo por querer agarrarme. Mi sonrisa no se iba de todas formas, aunque apenas se note por los anteojos tipo soldador que tenía, no puedo explicar cuánto me jodieron por usarlos pero a mi me gustaban. Y como era imposible de combinar, me puse una campera blanca y negra con unos jeans negros..., no es como si me hubiera complicado mucho tampoco.

Una de las cosas que más amaba de mi trabajo era la euforia digna de los boliches. A lo largo de estos años estuve tocando en escenarios mucho más grandes con el cuádruple de gente, pero no se podía comparar con la cercanía que se vive de este modo.

Acababa de hacer el último show de la noche y por suerte ya me podía ir a dormir, estaba muerto. El boliche no tenía entrada trasera por lo que tuve que entrar y salir por la principal..., es una locura hermosa. Cuando logramos estar afuera, un grupo de alrededor cincuenta personas me siguió y como tenía que esperar que el equipo termine de salir, aproveché para sacarme fotos.

Miré a Charlie con una sonrisa burlona cada vez que halagaban mis anteojos, aunque me los había terminado sacando porque no veía nada porque bueno, era de noche, además no se me veía la mitad de la cara y si querían una foto conmigo minimo debería salir. Igual, los terminé regalando porque una chica me los pidió y bueno, tengo problemas con decir que no.

—Acepta que regalaste esos anteojos de mierda porque eran horribles —se rió Lula haciendo que todos la sigan. Rodé mis ojos y me puse la capucha como si fuera una protección a sus estupideces— ¡Ay, guarda que se enoja! —dijo por mi cara, seguí mirándola mal y le hice fuck you.

—No me enojo, tu envidia no me interesa..., ojalá tuvieras mi facha para poder ponerte unos anteojos así —contesté agarrando mi celular, lo desbloqueé y le escribí a Ludo que ya estaba volviendo al hotel para poder hablar.

—En su vida va a usar esos anteojos la piba esa —comentó Charlie. Seguían con el tema de los anteojos, nunca un "Que bien estuviste hoy Pache, la rompiste". No me malinterpreten igual, no me afectaba, me causaba gracia que no lo superen incluso.

—¿Yane tenes algo para decir?

—Sí, que descanses tu voz pibito. No te gastes —me dijo palmeando mi hombro, miré con una ceja enarcada a todos y volví la vista a mi celular, no había ninguna notificación nueva. La palabra de mi coach vocal era palabra santa para todos, por lo que tuvieron que callarse..., todos sabían que si me buscaban un poco para hablar iba a hacerlo y a nadie le convenía.

Llegué al hotel y fui directo a darme una ducha, mis anteojos no fue la mala elección de la noche, sino ponerme una remera horrible abajo porque según yo hacía frío, así que estuve todo el día con la campera y mi transpiración ya trascendía a otro lugar. Lo bueno de ser "el artista" era que nunca tenía que compartir habitación, por lo que salí para buscar un boxer mientras terminaba de secarme. Cuando lo hice, me acosté de una vez por todas y agarré mi celular entusiasmado de poder hablar con Ludovica, pero no me había contestado.

Desde que me dio el cuaderno sentí la necesidad de plasmar algo, no por la presión que haya sido un regalo de ella sino por querer que mis palabras lo adornen. Además hacía mucho tiempo no escribía en papel. Estuve días dando vueltas hasta que la inspiración llegó en la ruta. No escribí demasiado, solo un par de estrofas pero no podía esperar a mostrárselo, porque al fin y al cabo es gracias a ella.

Rena ya se había ido a dormir antes que empiece la gira por la ciudad y no tenía mucho que hacer, eran las seis de la mañana y quien estuviera despierto probablemente estuviera de joda así que me dediqué a ver las menciones de las historias de esta noche, a comentar y compartir algunas. Cuando me aburrí volví al feed y me apareció una foto de Ludo, era una foto en el espejo..., tenía uno de sus brazos en su cuello mientras que su cabeza se inclinaba para ese lado, se dejaba ver una media sonrisa, no mucho más que eso porque solo se veía del pecho para arriba y llevaba un buzo grande que no dejaba ver nada de piel.

Entre versos y otros recuerdos | Segunda Parte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora