capítulo veintiocho

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Pache

Había momentos que pisar un poco la tierra no venía para nada mal, por eso estaba intentando disfrutar a pleno mi tarde con Joaco, en donde dejamos los problemas de lado y decidimos festejar que aprobó un parcial jugando a la Play y tomando unos mates. Mi vida de había vuelto tan caótica que estos momentos que antes parecían cotidianos, pasaron a ser parte de un lujo que no podía darme todos los días. Extrañaba mi adolescencia y eso que no estaba tan lejos de ella.

—¡Na, pero si sos un muerto! —gritó cuando me mataron, me reí tirándole el almohadón que tenía al lado— ¡Para pelotudo! Vas a tirar todo.

—Jodete, por insultar al rey —me burlé haciendo que me devuelva el almohadonazo.

—Sí, el rey de los pajeros sos vos.

Empezamos una pelea que muy pocas veces se daba, pero era divertido porque antes solíamos hacerlo todo el tiempo. Últimamente nuestras reuniones habían sido más serias y trágicas, hablando sobre las frustraciones y fracasos de nuestras vidas pero ahora, no había nada más que comentar porque todo se estaba acomodando. Además, ya cansaba tantas quejas de ambas partes. Por suerte, él ya había aceptado que su relación con Cielo terminó definitivamente, no me preguntaba más por ella a pesar que estaba enojada y mucho de su vida tampoco sabia.

Aunque al parecer ya se le había pasado el enojo porque ayer me habló para decirme que teníamos que juntarnos y hablar, obviamente no me negué y quedamos en cenar hoy a la noche. Me daba un poco de miedo su actitud, porque podría llegar a ser muy seca cuando se lo proponía, pero confiaba en mi y mis habilidades para comprarla. Solo esperaba que pudiéramos arreglar las cosas, quería volver a contar con su presencia en mi vida y más con todo lo que de me estaba por venir. No voy a omitir el hecho que además me parecía estúpido que siga enojada por algo que no le incumbía y que incluso Renata había dejado atrás.

—¿Qué onda que estás tan pendiente? —le pregunté haciendo un ademán a su celular, él se encogió de hombros y me tendió el mate. No hablé porque esperaba una respuesta.

—Nada amigo, la verdad que estoy bien así..., ni ganas de coger tengo ya —se rió sin gracia pensando que iba a joderlo, pero solo asentí y tomé.

—¿Entonces?

—Nada, los chicos de la facu —contestó rodando los ojos de cansancio por mi insistencia—. Hay algunos que no aprobaron y estaba diciendo lo que respondí... ¿Contento?

—Me mentiste mucho Negro, déjame dudar —le dije justificándome. Él hizo una mueca de disculpas a la cual desvaloricé—. Te estoy jodiendo, solo quiero saber qué onda tu vida.

—Ya te dije, no hay nada interesante..., mi vida es laburo, facultad y mi casa. Nada más. Va, y gimnasio —contestó volviendo a su compostura de siempre mientras se concentraba en servirse un mate para él—. Cuando tenga algo más para decirte lo voy a hacer. Nada de minas para mi por ahora. Solo tengo ojos y corazón para una sola..., mi ahijada de la cual no sé su nombre.

La sonrisa se me ensanchó más de la cuenta y estoy seguro que mis ojos estaban tan brillosos como los de él. Sabía como cambiarme de tema el hijo de mil mierda.

—No lo vas a saber, perdón hermano pero Rena me mata.

—¡Hasta estando solo sos un pollera Pacheco! —se quejó mientras me tendía el mate de mala gana. Bufó y me miró con recelo—. Después no quiero escuchar tus quejas sobre que no te cuento nada.

—Tomalo como una venganza, para que veas cómo se siente...


***

Entre versos y otros recuerdos | Segunda Parte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora