Ludovica
—¿Cómo estás? —le pregunto a mamá acercándome. Ella me miró con una sonrisa y atinó a levantarse, pero no pudo.
—Hola mi amor, estoy bien pero los puntos no me dejan ni mover —se quejó volviendo a intentar levantarse. La ayudé y cuando lo logramos, me senté a su lado para hacerle compañía— ¿Vos cómo estás?
—Bien..., admirándote por como soportas a esos dos todos los días —confesé sincera, rió pero enseguida se quejó. Los puntos son una mierda.
—Pobres, no seas así con tus hermanos —me retó. Me encogí de hombros porque no estaba diciendo nada que no fuera cierto— ¡Ah! Después tenes que pasarme el número de Mateo así le doy gracias por el puchero que trajo. Estaba riquísimo.
Sonreí asintiendo. Pache y Renata habían sido de mucha ayuda, nunca me dejaron sola y es algo que tengo que valorar porque en si, no era una situación que les incumba. Ayer ella le había traído una olla con puchero con la excusa que a su abuela le gustaba comerlo en cualquier época del año y había exagerado con la cantidad que hizo. Aunque Mateo después la deschavo diciendo que lo había hecho para mi mamá en especial.
—Rena lo hizo —aclaré y ella asintió.
—Es una buena chica, parece muy dulce —comentó haciendo como que le gustaba, pero no podía mentirme. A ella le molestaba más que a mi que Pache tenga novia. La miré con una ceja elevada, ella se rió— ¿Qué? No voy a ser hipócrita, es imposible negar que parece ser buena persona,pero no sos vos hija.
—Solo lo decís porque sos mi mamá.
—¡Obvio que no! Cualquier persona lo diría —se defendió pero no pude replicar porque Iri entró silenciosa y con una sonrisa, se subió a la cama para trepar a los brazos de mamá—. Hola mi bebé.
—Está mal molestar mamá, ella tiene que descansar..., por eso hay que estar así —dijo haciendo una señal de silencio. Se separó para mirarme esperando mi confirmación. Rodé mis ojos y asentí, era algo que le había dicho pero, se ve claro lo que le importó.
—¿Y qué haces acá entonces enana?
—Mamá no puede dormir si no la abrazo porque se va a sentir triste sino —me explicó con dificultad. Mordí mis labios para contener la necesidad que tenía de apretarse los cachetes, me generaba violencia el hecho que sea tan tierna. Obviamente violencia en el sentido que quería apretujarla.
Iri era una persona tímida y seria hasta que ganabas su confianza, después podía llegar a ser muy dulce y tierna. Me encantaba, eso la hacía muy especial..., selectiva sobretodo. No dejó de mirarme con una sonrisa y se apoyó en el hombro de mamá.
—En fin ¿Vos no tenes a alguien? —preguntó mamá en un suspiro mientras acunaba a mi hermana en sus brazos y empezaba a dar golpecitos en su espalda para que se duerma.
—Siempre hay alguien, nunca estoy sola —le dije con aires de superficialidad haciéndola negar con desaprobación.
—Era algo que me decías a los dieciocho años Ludovica... —murmuró—, prometeme que si encontras a alguien importante, lo voy a conocer.
Nos quedamos un rato calladas disfrutando del silencio, creo que era la primera vez en semanas que me sentía tan tranquila y relajada. Además estábamos aprovechando para que mi hermana se duerma, quien se había escapado del cuidado de Sara de alguna forma. Eso era raro porque mi amiga parecía un halcón.
Las cosas de a poco se iban acomodando, no estaba todo perfecto, pero mucho mejor que cuando mamá estaba en el hospital. Nos supimos acomodar mejor, aunque seguíamos siendo Khal y yo los más liberados. Aunque bueno, no iba a sacarle méritos a mis amigos que siempre dieron una mano con todo. Que las cosas estuvieran más tranquilas no significaba que yo lo esté, veía los días como una cuenta regresiva o un reloj que se esta quedando sin arena..., no me quería ir.
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Entre versos y otros recuerdos | Segunda Parte
Novela JuvenilNo creo que lo primero que tenga que hacer sea presentarme, soy consciente que ya me conocen y si no... ¿Qué estás haciendo acá? Solo voy a decir que podes decirme Ludo, porque solo me llaman por mi nombre completo cuando están enojados y dudo que l...