ᴋɪᴍᴇᴛꜱᴜ ɴᴏ ʏᴀɪʙᴀ ᔕⓞⓝⒺ ⓢⓗⓞⓣⓢᔕ TERMINADO.

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Yoriichi Tsugikuni

Después de alejarse de aquel lugar, caminó tranquilo por todo el bosque. La brisa fresca pegando en su cara le daba una sensación de calma, los sonidos del bosque, la noche cayendo... El escenario que daba era simplemente perfecto.

No fue hasta la salida del bosque que toda su paz fue perturbada por un grito desgarrador, corrió hacía el origen de ese sonido, encontrándose a una joven siendo asechada por un demonio con un cadáver en la boca.
Fue poco el tiempo que este ente duró, los movimientos de Yoriichi, su postura terminó con el demonio en menos de un parpadeo. Él se acercó a ti, agachándose y sujetando un poco su haori limpió algo de sangre que se veía en tu cara, las lágrimas fluían como río de tus ojos.

—¿Se encuentra bien seño-...? —la serena voz de el mayor fue interrumpida por tu acción.

Lanzándote a él, lo abrazaste. Empezando a llorar más fuerte, en su hombro. Te aferraste tan fuerte a él, tan fuerte... Que no pudo evitar intentar consolarte de alguna forma.
No supo porqué, dirigió sus manos a tu espalda empezando a dar palmaditas, esperando así pudieras calmarte. Aún correspondiendo el abrazo, llevó una de sus manos a tu cabello para acariciar; esa era una de las cosas que Uta amaba que hiciera Yoriichi, el recuerdo apareció en su cabeza así que se sintió de nuevo tranquilo al sentir como dejabas de temblar y tu llanto disminuía cada vez más.

—M-mi prometido... —Fue lo único que pudiste decir.

El hombre de cabello negro volteó a ver a aquel cadáver tirado a un lado del demonio, fue entonces que comprendió el porque de tu llanto. Te tomó con más fuerza entre sus brazos, sin llegar a lastimarte claro. Sólo dejó que te quedaras un tiempo así, desahogandote, él mejor que nadie ahí presente; sabía lo que es la perdida de un ser querido por un demonio. Cuando te calmaste por completo, quizá aún se escuchaba un poquito tu llanto pero ya no llorabas como antes, te separaste de él, alejándote un poco te sentaste sobre tus piernas, colocando tus manos en tus rodillas para así poder inclinarte.

—Disculpe mi atrevimiento, snif... —te disculpaste con la cabeza agachada. —Muchas gracias por salvarme, deberas le agradezco mucho señor.

—Ese es mi trabajo, no hace falta que te disculpes.

No habías podido escuchar correctamente su voz la primera vez que te habló, pero cuando lo hiciste entró a tus oídos como una dulce melodía, se escuchaba calmado, se veía tranquilo y en paz pero había algo diferente ahí. Te quedaste sin palabras por un momento, subiste la cabeza para poder verlo, su expresión tan serena estaba llena de tristeza.

—Por favor permitame acompañarla —te dijo al ver como te levantabas ayudándote por igual.

—Señor... —Tus ojos se iluminaron. —Sería todo un honor si lo hace, ¡por favor!