»of streets and thieveries

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23 años después. Actualidad.


                    La joven mujer de cabello castaño asintió en agradecimiento a la vez que recibía la canasta llena de comida de parte del vendedor. A esas horas del día, las calles del mercado de Londinium estaban atestadas de gente, siendo el momento perfecto para hacer el mercado para cualquier otra persona, pero para Helena Silverstone, simplemente era su camuflaje perfecto, de manera que le quedaba sencillo tomar el dinero ajeno sin tener ojos sobre ella que no fueran bienvenidos.

Caminó entre el gentío y se cubrió la cabeza con su infaltable capa azul, tapando su rostro de posible gente conocida, luego encorvó su espalda. De esa manera, los que la rodeaban no tendrían oportunidad de imaginar que bajo esa aparentemente deforme espalda, yacía una joven mujer de veintiocho años, experta en robar y entrenada en el uso de las armas blancas de bolsillo.

Alzó un poco la cabeza, pero sin dejar que la luz del sol iluminara su cara y divisó a lo lejos a un muchacho que rondaba su misma edad, de pie en una esquina y recostado sobre la roca de la construcción que tenía a su lado. Estaba distraído mientras hablaba con una mujer atractiva y Helena solo torció los ojos, comenzando a exasperarse. Y eso que apenas comenzaba el día de trabajo para ellos dos.

Sin dudarlo, comenzó a caminar hacia el joven, sin embargo tenía sus sentidos abiertos ante cualquier oportunidad que se le presentase. Con el paso de los años, sabía que no podía robarle a la misma persona más de dos veces, pues gracias a ese mínimo error, algunas veces había sido alcanzada y recibido una lección —del mismo tipo que se suelen dar en las calles de Londinium—, aunque gracias a ello se había vuelto más astuta, con mejor memoria y reacción.

Evitando las caras conocidas y bolsillos viejos, se aventuró hacia una pareja de mujeres que veían interesadas un puesto de joyas hechas a mano. Al examinar con rapidez la posición corporal que mantenían ambas jóvenes y sus elegantes prendas de vestir, no le fue difícil notar que eran de familias nobles, con dinero de sobra, así que supuso que en realidad eso no sería algo que aquellas damas extrañarían por mucho tiempo.

Una suave sonrisa se instaló en sus labios, imaginando de antemano lo pesada que sería la bolsa de las muchachas y para todo lo que le alcanzaría en el futuro cercano.

Aceleró un poco el paso y, cuando justo pasó por el lado, agarró la bolsa de tela con bordados delicados con su mano izquierda y se propuso a no bajar la mirada bajo ninguna circunstancia ni a alterar el ritmo de su andar. Lo que no tuvo en cuenta, fue que la muchacha, de la que tomó el dinero, en ese momento iría a por él. Al no encontrarlo allí, todo el caos que Helena deseaba evitar emergió.

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