»of plans and caves

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                    No sabía en realidad cuánto tiempo llevaba caminando, sin embargo, después de vagar por toda la cueva, cayó en cuenta de que ni todo el tiempo del mundo sería suficiente para que comprendiera en su totalidad lo que supuestamente era.
Luego de un momento, su cansada y confundida mente prefirió echar un vistazo más consciente a su alrededor, encontrando que aquella cueva resultaba siendo más hogareña y civilizada de lo que alguna vez se pudo imaginar. Se había formado una pequeña comunidad; un grupo extenso de personas haciendo de esa roca su refugio, para protegerse y proteger sus familiares de la tiranía del rey actual, sobre todo cuando eran simpatizantes de La Resistencia. Ser parte de aquel grupo rebelde, incluso suspirar la palabra, era considerado traición a la corona, pero eso no parecía detener el movimiento y, de cierta manera, Helena lo comprendía.

La corona de Vortigern no era legítima si el hijo de Uther Pendragon estaba vivo. Solo era cuestión del destino para que aquel príncipe reclamara lo que por derecho de sangre le pertenecía. En realidad Helena no lograba entender qué tan importante era que ella formara parte de aquella revolución, sin embargo la gente que la había llevado hasta ese lugar, sacado de su escape por Londinium, eran bastante insistentes con tenerla ahí. En esos momentos se preguntaba si era porque estaba en su supuesta naturaleza ayudarlos de alguna manera. Así como aquella mujer de cabellos negros y ojos verdes miel era una maga, Helena se encontraba en esa situación por ser una elemental.

—Ten, come esto —le ofreció una mujer de mediana edad, mientras le extendía un cuenco en madera lleno de algún caldo —. Lo necesitarás.

—Gracias.

Aceptó de inmediato, no solo porque el aroma de comida recién hecha le atraía, sino también por el hambre y porque aquella señora había sido la única en acercársele y ofrecerle algo con tremenda amabilidad. Cuando tuvo el cuenco en sus manos, volvió su vista hacia los demás y los sorprendió mirándola con curiosidad. Al parecer todos se hacían una idea de lo que era, menos ella misma, lo cual era demasiado extraño. Que desconocidos tuvieran más conocimiento de su origen, solo hacía la situación más irreal ante sus ojos.

Comió en silencio, ignorando lo mejor que pudiera las miradas de los demás, hasta que en medio de la gente, quienes también disfrutaban de sus alimentos, pudo distinguir a la maga y al hombre de piel morena, quien se le había presentado como Bedivere. Sin dudarlo ni medio segundo, se enderezó en su lugar a la vez que despegada su figura de la pared de roca sobre la que estaba recostada, para luego dirigirse a la pareja. No le importaba la conversación que estaban teniendo, la cual parecía ser bastante interesante, y simplemente se sentó a un lado del hombre, mirando con seriedad a la mujer de cabellos oscuros como la noche.

—¿Ahora si me vas a explicar qué es todo ese cuento de los elementales? —Inquirió dejando su cuenco sobre la mesa, también hecha de madera.

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