—¡Necesito tu ayuda!
Eso había sido lo único que Gilbert había pronunciado a la maga apenas la encontró a las afueras de las cuevas. Después de haberle prácticamente gritado, se volvió con afán al interior del refugio.
El castaño sentía que el corazón se le quería salir del pecho, preocupado por el estado de salud de su mejor amiga. Esa era una emoción que le era inevitable, pues Helena había estado a su lado desde que eran niños, y observar tremendos cambios en ella, sobre todo negativos, era algo que le dolía en verdad.
Sin molestarse en mirar hacia atrás, sabiendo que la mujer de cabellos negros le seguía de cerca y silenciosa como siempre, evitó a toda costa a Bill, Bedivere o a Arthur, queriendo mantener intacta la promesa silenciosa que le había hecho a su amiga momentos antes de ir en busca de la mujer de ojos mieles. No estaba de acuerdo con ello, pero lo único que le quedaba hacer era respetarlo mientras pudiera. Primero necesitaba respuestas antes de abrir la boca, porque en vez de ayudarla, podría hacer todo lo contrario y eso era lo último que deseaba.
Cuando encontró a Helena de nuevo, la encontró mal.
La elemental estaba teniendo otro ataque.
El cuerpo de la mujer temblaba y se sacudía con violencia sobre la roca del suelo, su piel estaba cubierta de sudor y sus ojos estaban blanquecinos, mirando a la nada. Ningún sonido salía de sus labios, más que una trabajosa respiración.
Cuando Gilbert quiso acercarse a ella con afán, fue detenido por la maga, quien lo agarró con increíble firmeza de uno de sus brazos. Volteó a ver el rostro de la mujer con ojos frenéticos, pero esta solo negó con la cabeza con seriedad.
—Tiene que superarlo sola.
—¡¿Cómo puede hacer eso?! —Cuestionó con desespero —. Cada vez que le dan esos ataques solo significa algo malo, ¡¿no es así?!
Pero la pelinegra no le contestó devuelta y solo se acercó a la pared de piedra hacia la que parecía estar el cuerpo de Helena dirigido. Con manos expertas, tocó el mineral y cerró los ojos en concentración. En cuanto los volvió a abrir, éstos tenían el mismo tono fantasmagórico y blanquizco como los de la elemental. Aunque Gilbert no estaba seguro de si existía alguna manera de que ellas pudieran ver la misma cosa.
Pasados unos segundos que se hicieron eternos para el castaño, el cuerpo de su amiga fue deteniendo sus bruscos movimientos de manera gradual, lo que pareció darle el visto bueno para arrodillarse con rapidez a un lado de ella. Sostuvo la cabeza de la fémina con cuidado y la posó sobre su regazo. Con la manga de su prenda de vestir superior, comenzó a secar las gotas de sudor que resbalaban por las sienes de la mujer y que se perdían en su cabello húmedo.
ESTÁS LEYENDO
LEGENDS «king arthur»
Fanfiction𝕷𝖊𝖌𝖊𝖓𝖉𝖘 «𝖽𝖾 𝗅𝖺 𝗇𝖺𝖽𝖺 𝗏𝗂𝗇𝗈 𝗎𝗇 𝙧𝙚𝙮, 𝖽𝖾 𝗅𝗈𝗌 𝗈𝗋𝗂́𝗀𝖾𝗇𝖾𝗌 𝗌𝖾 𝖿𝗈𝗋𝗃𝗈́ 𝙙𝙚𝙨𝙩𝙞𝙣𝙤𝙨 𝗒 𝖽𝖾 𝗆𝗂𝗍𝗈𝗌 𝗇𝖺𝖼𝗂𝖾𝗋𝗈𝗇 𝙡...