»of stones and missions

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                    Esa madrugada Gilbert salió del orfanato, tratando de ser lo más silencioso posible, para no alertar a ninguno de los niños y no preocupar a Clarisse. Era claro que en cuanto su ausencia se hiciera notar, la bella mujer que lo había cuidado todos esos años, inevitablemente se preocuparía, pero lo prefería de esa manera. Si podía regresar junto a Helena, todo malestar mejoraría en la madre.

Poniendo pie sobre las calles, rememoró lo sucedido la noche anterior.
A pesar de que había arruinado el trato pactado con los rebeldes, gracias a la captura de Bill por los soldados en el burdel, no pensaba dejar que la oportunidad de volverse a encontrar con su mejor amiga se fuera por la borda. Así que emprendiendo su camino hacia los botes de contrabando en el río, estaba afanado de llegar al punto de encuentro que estaba acordado. Era verdad que no tenía ni idea de cómo reaccionarían cuando lo vieran aparecer solo, sin el canoso por ninguna parte, pero era algo que quería arriesgar.

—¡Hey! —Alertó un hombre desde una esquina.

Ante el llamado, Gilbert volvió su cabeza hacia el sonido de la voz, sabiendo que le hablaban a él, pues las calles, a esas horas de la mañana, se encontraban desérticas. El castaño, maldiciendo por enésima vez en su interior, se detuvo y esperó con paciencia a que el soldado llegara a un lado de él.

—Buenos días —saludó el castaño con buen ánimo.

—¿Qué llevas en la bolsa? —Inquirió el hombre de armadura, arrebatándole el objeto sin esperar respuesta.

—Solo algunos bienes para empezar mi jornada de trabajo, señor —contestó con fluidez. Aquella respuesta era bastante común en Gilbert, sobre todo cuando se dirigía a los puertos.

—Bien —declaró el otro, devolviéndole la bolsa de cuero al castaño —. Muéstrame tus antebrazos.

Ante esa petición, Gilbert soltó un suspiro pesado y negó con la cabeza, dándole toda la respuesta al Soldado Negro. Preguntaba sobre la marca que les daban a todos los hombres que habían pasado ya la prueba de la espada.

Pronto, el huérfano se encontró a sí mismo abordando un barco con destino a Camelot. No más ayer había estado pensando que en algún momento le tocaría hacer ese viaje para mostrar que no era el nacido rey, solo que esperaba que aquello no fuera sucediera en el día menos oportuno.

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