Orgullo y terquedad

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Lentamente levantó los párpados, mirando a través del límpido cristal la lluvia caer. Gota a gota empapándolo todo, el cielo inmensamente gris. Suspiró. Odiaba aquellos días, cuando el azul se alzaba sobre sus cabezas el mundo le parecía inmenso. Profundo, eterno. Sin embargo las nubes parecían, ahora, cubrirlo todo. Y de pronto el mundo parecía pequeño.

—¡Que pésimo día! —bufó. La opacidad del cielo recordaba a la chica aquel trágico momento. Y no podía evitarlo, cada vez que lo hacía llevaba la mano hasta su corazón para asegurarse que aún latía.

Recordando sus ojos turbios de lágrimas frías, contemplando con su mirada sombría las nubes grises cernirse sobre ella. Sin poder ver la luz, sin poder ver el sol una última vez. Mientras su vida escapaba en suspiros.

Repentinamente se puso de pié. No lo soportaba más, se sentía inquita, más de lo habitual. Odiaba estar atrapada entre cuatro paredes contemplando tan triste panorama. Pero no podía evitarlo, nada había que ella pudiera hacer para detener las gotas de lluvia de caer. Por lo que se volvió a sentar. Reposando una vez más su rostro en sus manos. Contemplando a través del cristal con la mirada perdida.

Entonces su atención se desvió a la mochila junto a la ventana, el objeto yacía allí inmóvil desde hacía ya horas. Aún así la misión no iniciaría hasta el día siguiente. Ni siquiera sabía porque se había apresurado tanto.

Quizá estuviera impaciente, quizá una parte de ella anhelara iniciar la misión. Quizá la otra no. No lo sabía. Últimamente parecía desconocer muchas cosas.

Lo cierto era que hacía tres días ya desde la última vez que había visto a Shikamaru aquel día en Barbacoa Q. Y no lo había vuelto a ver. Extrañamente se había encontrado con Chouji en la calle varias veces, sin embargo en ninguna de las ocasiones el moreno se encontraba con él. Y en los días siguientes Shikamaru desapareció.

Por lo que Ino no pudo evitar preguntarse si aún estaría molesto por lo que ella le había dicho aquel día. Y aunque sabía que quizá había sido demasiado dura con él, sin motivo alguno, no se disculparía. Su orgullo no se lo permitiría. Después de todo ella sólo había sido honesta. Además, conocía muy bien al chico. Shikamaru no era rencoroso. Ya se le pasaría.

—Todo estará bien, además, siempre discutimos de esa forma. No es como si esta vez fuera diferente. Seguro mañana se olvida y todo vuelve a la normalidad. Siempre es así —aseveró para sí, rompiendo el silencio de la habitación. Sin embargo el asunto aún la perturbaba.

Por lo que decidida a aclarar su mente, y viendo que ya la noche se había asentado, se dirigió a su cuarto. Por el momento descansaría, dormiría hasta que el día siguiente llegara. Rogando que el día de mañana, la lluvia cesara.

Y así fue, cuando al amanecer unos cálidos haces de luz dorada la despertaron. Abriéndose paso tímidos entre las melancólicas nubes grisáceas. Sobrevivientes de la noche anterior.

—¡Ah! —exclamó feliz, contemplando el sol asomarse lentamente. Finalmente el día había llegado.

No negaría que tenía algunas dudas, sobre si estaba lista para una nueva misión dado lo sucedido en la anterior. Sin embargo tampoco podía negar que lo deseara. Porque realmente lo hacía.

Entonces saliendo de la cama, se vistió lentamente. Tomó sus cosas, ajustó su porta kunai a su muslo derecho, recogió su larga cabellera y despidiéndose de sus padres, se marchó.

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