A nadie se le hizo raro que yo persiguiera a Steve por los pasillos del instituto, es más, a él le impedían el paso, a mí me lo dejaban libre. No obstante, logró salir y alcanzar a bajar las escaleras de la explanada a saltos. Como estas se encontraban cubiertas por una fina capa de hielo, Steve no tardó en deslizarse y estamparse contra el pavimento. Aproveché el momento para acercarme y meditar mi estrategia.
«¿Debería amedrentarlo?, ¿contarle la verdad?, ¿ser amigable y ganarme su confianza?, ¿irme del país, huir a México, cambiarme el nombre a Cristian Méndez, vivir pintando gente en la calle y casarme con una chica llamada Daniela y engañarla con su hermano Fernando?».
Cuando lo tuve enfrente, él alzó la mirada y vi el miedo en su expresión; ese temor que por desgracia yo conocía bien, creo que incluso mejor. Le extendí la mano para ayudarlo a levantarse. Steve lo dudó, pero después se convenció de que yo no pensaba tenderle alguna trampa o algo por el estilo, quizá también notó el pavor en mis ojos.
—¿Estás bien? —le pregunté, de nuevo entrando en mi papel de indiferencia.
—Me han pasado cosas peores —replicó al mismo tiempo que miró al suelo.
Tuve ganas de decirle que lo sabía, que era mucho más horrible que entre cuatro personas te derribasen contra el concreto, tomaran tus cosas y robaran lo que tuviese valor mientras alguien te golpeara en la cara y se burlara de tu madre moribunda.
—¿Quieres ir a la casa de mi padre a charlar? —ofrecí, bajé el tono de mi desidia y lo convertí en genuina amabilidad.
Él fijó su atención en mí, como si yo hubiera propuesto una locura. Aunque después de lo que él vio en el cubículo de Joshua, creo que empezó a dudar de mi cordura.
—Vale —masculló.
Caminamos juntos hasta la parada de autobuses, lo que menos me importaba en ese momento era que el resto de mis compañeros vieran que estaba conmigo. Solo quería contenerlo y asegurarme de que no dijera nada. En el autobús me senté del lado de la ventana para observar los espesos parques de pino, los locales pequeños y el camino cubierto de neblina.
—Chris —me llamó con temor—, sobre lo que vi...
Tragué saliva y no me volví hacia él, preferí seguir concentrado en lo de afuera.
—Sí es lo que parece —admití.
Decidí que lo mejor que podía hacer era ganarme su empatía.
—¿Lo hiciste para subir tus notas?
—No.
—¡¿Es por gusto?!
Deduje que sería posible que los de atrás sospecharan, de modo que abandoné mi estado de letargo y cubrí la boca de Steve con la palma de mi mano. Él entendió que debía callarse y lo solté, me sentí culpable después de ver su rostro intimidado.
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El retrato de un joven lúcido | ✅ |
JugendliteraturChristian intenta reprimir, sin mucho éxito, sus deseos por el nuevo profesor de arte. Además, lidia con los daños psicológicos que le dejó el abandono de su padre y el acoso escolar en su viejo instituto. 🎨🖌🎨 Cuando Chris descubre el secreto de...