Capítulo 38: La obra de un artista medio lúcido

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—Chris, ¿es verdad que te hicieron una lobotomía? —preguntó Karen, me miró con duda y se enfocó en el parche que yo tenía en la frente

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—Chris, ¿es verdad que te hicieron una lobotomía? —preguntó Karen, me miró con duda y se enfocó en el parche que yo tenía en la frente.

Hannah bebió de su lata de refresco para disimular su risa.

—Así es, ¿quieres ver la cicatriz? —Puse una mano en el parche—. No he vuelto a ser el mismo.

—¿Hablas en serio? —agregó Jason, robó una de mis papas fritas y la metió a su boca—. Qué duro debió haber sido.

—Así es, cuando fui a verlo apenas y podía reconocerme —terció Hannah—, lo tenían con camisa de fuerza.

—Me tuve que recuperar a base de electroshock. —Cerré los ojos e hice como si temblara—. Me quedó una cicatriz enorme, mi madrastra tiene que limpiarme los puntos.

—¡Déjame verla! —chilló Karen, colocó la mano en el parche y lo quitó con rapidez.

Al darse cuenta de que no había nada, me dio un golpe en la cabeza. Hannah y yo soltamos una carcajada, misma que resonó por la cafetería y atrajo las miradas curiosas del resto de los comensales.

—Chris, no deberías jugar con eso —resopló Jason. Cruzó los brazos y torció la boca—. Nuestra abuela estuvo internada en uno de esos lugares y sí le hicieron una lobotomía, fue durísimo.

Hannah y yo paramos de reír. La vergüenza golpeó mi cabeza como si fuera una piedra pesada y veloz.

—Perdón, es que yo... —Tomé una bocanada de aire—. Pensé que sería gracioso y...

—No es para burlarse —me interrumpió mi amiga.

Pasaron un par de insufribles segundos y después, ambos comenzaron a atacarse en carcajadas. Karen incluso soltó una risa nasal y Jason reía tan alto que juraría que hasta fuera de la cafetería se escuchaba. Hannah y yo no tardamos en unirnos a la algarabía.

—Son unos imbéciles —dijo Hannah una vez pudo cesar su risa.

—Ustedes empezaron. —Karen agarró una de mis papas y se la lanzó a la cara—. Por poco me la creo.

—La lobotomía es ilegal desde los sesenta, mi papá me lo tuvo que aclarar —expliqué, resguardé mis papas para que todos dejaran de aprovecharse de ellas—, igual los electroshocks convencionales.

—Dile a tu papá que haga una excursión a un hospital de esos —comentó Jason, emocionado—, desde que vi esa película de Jack Nicholson me da curiosidad.

—Vale, vamos todos de excursión y que nos den ansiolíticos de recuerdo —vacilé, metí una papa a mi boca.

El timbre sonó, anunciándonos que debíamos volver a clases. Si bien me gustaba estar otra vez con mis amigos, aún me causaba conflicto encontrarme en el mundo exterior y encargarme del control de mi vida. A veces extrañaba que las enfermeras llevaran las riendas sobre mi existencia, no obstante, creo que me sentó bien regresar a «mi normalidad».

El retrato de un joven lúcido | ✅ |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora